La brutal irrupción del terrorismo islamista ha dejado obsoleta la rutinaria mecánica intelectual con la que nuestra opinión pública respondía a las atrocidades ETA. Conviene analizar con calma unas precipitadas/interesadas relaciones de causa-efecto que sólo contribuyen a enturbian todavía más la situación. Por un lado, la prensa derechista norteamericana (a la que rápidamente se han unido algunos de sus colegas de aquí) convierte el resultado de las elecciones en una claudicación del pueblo español ante el terrorismo. No se puede acusar de cobarde a una sociedad que ante la masacre ha demostrado tanto valor cívico. La otra lamentable relación trata de explicar los atentados como un efecto directo de la posición del gobierno español en la guerra y ocupación de Irak. Si esto fuera cierto, ¿por qué los terroristas pretendían seguir atentando a pesar del giro político del nuevo gobierno? Francia se opuso a la guerra y está ahora amenazada con una fatwa por su política de laicismo ante el uso del pañuelo islámico en las escuelas. La verdadera causa de esta barbarie se encuentra únicamente en el fanatismo religioso. Los negros efectos que buscan son el miedo y la división.

*Músico y gestor cultural