En el 80 aniversario del final de la Guerra Civil, las referencias a la historia reciente se han mezclado con la actualidad política. Y no, como dicen las derechas, porque los de la acera de enfrente estén obsesionados con el pasado, sino porque los acontecimientos de los años 30 acabaron mal y dejaron sin resolver cuestiones fundamentales para España, para su propia definición como país, como sociedad y como estado.

El caso es que en la noche del mismo 1 de abril el canal DMAX ofreció en un maratón de varias horas el documental España dividida: la Guerra Civil en color, que es una muy correcta aproximación a lo que sucedió entonces. No hay muchas dudas respecto del terrible acontecimiento: la España conservadora utilizó parte del Ejército y de las fuerzas de orden para acabar despiadadamente con quienes osaban contradecir sus intereses; y la España republicana, dividida entre los titubeos de sus integrantes más centristas y la pulsión revolucionaria del ala más radical, sobre todo del anarquismo (que los comunistas actuaron como auténticas gentes de orden), fue incapaz, pese a la ayuda de la Unión Soviética, de vencer a un enemigo apoyado con armas, bagages y hombres por la Alemania nazi y la Italia fascista.

Como dijo Unamuno, cuando fue consciente de lo que representaba el triunfo de Franco, esa victoria destruyó físicamente la España liberal, demócrata, socialista, librepensadora, intelectual y creadora... Una mutilización irreversible. Y peor aún: nuestro país quedó ubicado en una especie de contrahistoria, porque aquí ganaron (y lograron más tarde sostener su victoria) los que iban a perder la II Guerra Mundial. El autoritarismo, la antipolítica, el integrismo religioso y los tics reaccionarios quedaron grabados a sangre y fuego en el imaginario de las derechas, guardados con mucho mimo en el desván a partir de la Transición, y recuperados ahora que el trumpismo ha puesto de moda el estilo paleoconservador. Por eso Abascal empezará su campaña en Covadonga. Por eso Franco sigue en su tumba de faraón. Ochenta años, sí, pero...