CENSURA DE PEGATINAS

Suave primavera sin cambios. Se ha ido el frente polar, pero no hay frente popular. Suben las bolsas, suben los pisos, pasa la tarde blanda de elecciones, en la lenta digestión de la encuesta del CIS, lentísima digestión de la guerra última, del lote de las cosas que han pasado, y que a cada cual le han pasado. Nada parece afectar a este gobierno y al presumible siguiente, que lavará sus culpas el día 14: ni las terribles noticias del Yak consiguen conmover los corazones de los encuestados. Ante este periodo de paz, pisos y emigrantes, el censo lo perdona todo. Tras la crisis más benigna que se recuerda, nadie repara en gastos. A la vez, el gobierno lo controla todo, los medios, las pegatinas que se pueden llevar en la camiseta, los temas que tocan y los que no tocan. También es verdad que la gente no acaba de entusiasmarse con la alternativa que ya gobierna en algunas comunidades, y ya gobernó el país. Es posible que se esté dando un escepticismo ya histórico, que el encuestado prefiera pasar por alto los deslices del PP antes que apostar por un cambio, que --siendo mínimo-- siempre entraña un riesgo. O se lo está pensando, quién no piensa dos veces una cosa como esta, si no está ya convencido, qué emocionante vaivén. El censo dubitante está entre continuar y probar, siempre dentro de la horquilla del mal menor, sin demasiada ilusión. Según el CIS, el único entusiasmo, esa oleada de votos convencidos, parece estar en ERC, el partido de Carod. Y en la mayoría del PSOE para las andaluzas. Quizá Aragón vota pensando sólo en España.