Hace ya unos años que Chunta Aragonesista irrumpió en el panorama político aragonés con fuerza y ganas de cambiar la realidad. Con ideas frescas, gente joven, presuntamente preparada e ilusionada y aupada en la popularidad de José Antonio Labordeta, ha logrado convertirse en la tercera fuerza política aragonesa, aunque muy lejos aún de las dos primeras, PSOE y PP. Hasta hace poco tiempo Chunta parecía inmaculada y ajena a las miserias mundanas que contaminaban a los demás partidos, pero da la impresión de que esa época de pureza ideológica se ha acabado en cuanto CHA ha tocado algo de poder. Primero en la Diputación de Zaragoza y ahora en el ayuntamiento de la capital, algunos dirigentes de CHA, olvidando sus viejas esencias y su antaño autoproclamada pureza, han reproducido los peores vicios de la más rancia política: imponen sus criterios porque sí, cambian de opinión aunque no muden las circunstancias, son altivos con el débil y sumisos con el poderoso, eliminan el debate y la crítica incluso en el seno de su propia formación, se arriman al sol financiero que más calienta y practican un sectarismo impropio de demócratas que les avergüenza y les ridiculiza. Que para eso hay que renunciar a principios, ideología y maneras, qué más da, todo sea por seguir tocando poder y calentando sillones, que el coche oficial impone mucho y te da aires de importancia. CHA ya ha perdido, allá donde gobierna, su inocencia virginal, y cuando eso ocurre, nunca más se recupera. Por todo ello, bienvenida a la política real.

*Profesor de Universidad y escritor