Mirar hacia atrás produce cierto vértigo, sobre todo si hablamos de tres décadas o más, pero casi siempre ayuda a situar las ideas en el contexto adecuado. La siguiente escena se produce en 'petit comité' en el Palacio de Congresos de Jaca una noche de 1990 con motivo de la presentación del Corsa Jaca-98. El protagonista es Armando Abadía, alcalde de la capital del Pirineo y padre de un sueño eterno: que Aragón albergue algún día unos Juegos de invierno. «Es casi imposible que ganemos. No se dan las todas circunstancias necesarias. Lo tengo asumido, pero vamos a poner a Jaca en el mapa de España, Europa y el mundo. Esta es la mejor publicidad posible. ¿Ustedes creen que en un lugar como Nagano sabrían que Jaca existe si no fuera por la candidatura?». Abadía, fallecido en 1997 a los 72 años, añadió, eso sí, que aunque él ya no lo vería, algún día Jaca estaría preparada para competir de verdad por unos Juegos.

Tantos años y otras cuatro candidaturas fracasadas después, alguna nacida muerta adrede (el postureo ha existido siempre), vuelven a sonar los tambores olímpicos en Aragón, aunque con sordina y como consecuencia de la onda expansiva de una hipotética candidatura de Barcelona al 2030. Es decir, con tintes de territorio subsede.

Como la experiencia indica que este tipo de bolas de nieve (nunca mejor dicho) crecen sin ton ni son, sería bueno que desde el minuto uno empezásemos todos a llamar a las cosas por su nombre y a dejar a un lado los castillos en el aire, las colaboraciones supuestamente positivas entre comunidades y otros eufemismos que en el COI no tienen cabida. Allí tienen fama de estar todo el día comiendo y bebiendo pero saben bien lo que hacen y a ver quién les explica que una región que se quiere independizar del Estado al que pertenece quiere organizar unos Juegos pagados por ese mismo Estado. Por el medio hay otra región cuyo presidente no quiere ni hablar con el presidente vecino.

Que no nos engañen, Pedro Sánchez ve aquí una nueva (y desesperada) vía para tratar de grapar Cataluña a España (millones de euros mediante), en este caso teniendo a Aragón como colaborador necesario. Bien haría Javier Lambán en salirse de ese charco y no participar de la involución del proyecto olímpico aragonés, que por lo visto ha pasado de la publicidad indirecta a allanar el camino para que se contraprograme un movimiento independentista como el catalán. Y todo con dinero público. Estupendo.