Las tres variables que más se suelen utilizar para diagnosticar la calidad de los sistemas escolares son la repetición de curso, el retraso en la edad de terminación de la escolaridad obligatoria y los resultados hallados en evaluaciones externas. Con el fin de emplear el menor número posible de cifras y puesto que parto del supuesto de que los estudios basados en evaluaciones externas referidas al dominio de los contenidos curriculares, tales como los informes PISA, son suficientemente conocidos, solo me basaré en los dos primeros indicadores mencionados para realizar el balance de la calidad de nuestra escolaridad obligatoria al final del 2017, a pesar de que los resultados son bastante discutibles al no tener en cuenta los efectos de otros factores, y también porque debido a la complejidad de los sistemas educativos se requieren análisis multifactoriales para comprobar el peso que posee el mayor número posible de variables relacionadas entre sí.

La repetición de curso es el indicador menos fiable para realizar ese chequeo, debido al elevado grado de manipulación que ejercen sobre el mismo los gobiernos. Hay países en los que la repetición de curso, durante el período de la escolaridad obligatoria, está prohibida y, en consecuencia, la tasa de repetición es cero. En otros se permite, pero la ley limita el número de veces en que un alumno puede repetir, lo cual da lugar a que en estos países las tasas de repetición sean más bajas que en aquellos que conceden libertad al profesorado para que actúe según su criterio particular. En nuestro país ha habido épocas más permisivas que otras, pero desde que existen estadísticas sobre el tema la tasa de alumnos repetidores españoles ha sido y sigue siendo muy superior a la media europea. En el año 1999, España, con un 24,6% de repetidores en el nivel de la enseñanza obligatoria, era el segundo país europeo, solamente superado por el área francófona de Bélgica (Fuente: estudio europeo coordinado por mí). Según el último informe publicado por el Ministerio de Educación, correspondiente al año escolar 2014-2015, la tasa de repetidores en la enseñanza primaria se situaba en el 15% y en el 36% en la enseñanza secundaria obligatoria (ESO). Por lo que se refiere a Aragón, esa tasa se eleva al 21% y al 49% respectivamente, lo cual hace que sea la más elevada de las 17 comunidades autónomas. Aunque los datos ofrecidos por el Instituto Aragonés de Estadística (IAEST) para el año escolar 2016-2017 rebajan esas tasas de repetición (11,6% en primaria y 38,1% en la ESO), no dejan de ser muy preocupantes.

Como puede observarse, el auténtico problema de nuestro sistema educativo, al menos en lo que se refiere al período de la escolaridad obligatoria, radica en la ESO, lo cual no quiere decir que la enseñanza primaria sea una maravilla. En el segundo ciclo de primaria la tasa de repetición se sitúa en el 9,8% y en el tercer ciclo en el 14%. En el primer curso de la ESO asciende al 30,7%, en el segundo al 36,7%, en el tercero al 39,9% y en el cuarto curso llega hasta el 45,1%. Yo dirigí un estudio sobre la situación de la ESO, durante los años 2000 al 2004, mediante la aplicación de exámenes externos, y los resultados obtenidos son aun más alarmantes, no solo por el elevado porcentaje de fracaso de un curso a otro, sino porque los aprendizajes académicos realizados en un curso eran olvidados en el siguiente año, lo que evidenciaba que en lugar de mejorar empeoraban los estudiantes.

Si nos atenemos a los datos relacionados con el porcentaje de alumnos que culminan la escolaridad obligatoria a una edad superior a la que le correspondería si no hubieran repetido curso y con el de quienes no alcanzan la titulación correspondiente, los resultados muestran que hay motivos más que suficientes para estar hondamente preocupados. Según un estudio europeo coordinado por mí, en el año 1999 un 30,3% de alumnos españoles terminaba la escolaridad obligatoria con uno o con varios años de retraso y un 28,6% no la terminaba jamás (solo superaban esa tasa Bélgica y Luxemburgo). Los datos aportados por el Ministerio de Educación, relativos al año escolar 2014-2015, muestran que en el conjunto del Estado no obtuvieron la titulación correspondiente al acabar el período de escolaridad obligatoria un 22,4% de alumnos. Por lo que respecta a Aragón, la tasa de quienes no lograron esa titulación asciende al 26% (solo tres regiones superan ese nivel de fracaso: Baleares, Valencia y Castilla-La Mancha).

Lo lógico sería que terminara este artículo reflexionando sobre las posibles razones de que la calidad del sistema educativo aragonés, en lo que respecta a la escolaridad obligatoria y apoyándonos en los indicadores analizados, sea más baja que la media estatal y también que la de la mayoría de las comunidades autónomas. Sin embargo, no lo haré ya que no tengo claro cuáles puedan ser esas causas. Desde mi punto de vista, sería muy conveniente que el actual Gobierno aragonés implementara un foro de discusión sobre el tema con la participación de expertos críticos, en lugar de invitar solamente a paniaguados y a correligionarios sindicales y políticos, que es lo que suelen hacer los partidos gobernantes, tanto de una como de otra ideología.

Después de lo expuesto, considero pertinente acabar este artículo con esta cita: «Las maravillosas escuelas primarias que promocionan la iniciativa, la curiosidad y la creatividad, son toleradas porque todo esto será borrado de los niños en las escuelas secundarias» (Peter Buckman en pág. 11 de Educación sin escuelas, 1975, Ed. Península).

*Catedrático jubilado. Universidad de Zaragoza