Unas chicas malhabladas que destrozan la corrección política en un colegio católico, un chico católico (pero inglés) que va al colegio femenino porque en el masculino se lo comerían, una monja racionalista, una familia que cena cada viernes toneladas de patatas fritas. Tomen todo este lío y colóquenlo en Derry-Londonderry en los años más virulentos del conflicto del Ulster, añadan el despertar del sexo y las estrecheces de la clase obrera, y monten una comedia hilarante.

Esto es Derry girls, que se puede ver en Netflix y que es un ejemplo de cómo bajo el peso de tragedias cotidianas y constantes se puede vivir con sentido del humor, es decir, con distancia, con inteligencia.

No se puede decir que el conflicto se esconda. Al contrario. Está presente en cada capítulo. Pero un atentado se relaciona con las dificultades del tráfico y un soldado inglés que inspecciona el autobús de las chicas no es percibido como un enemigo, sino como un objeto de deseo sexual. El tono es similar al de The young ones y no hay mito o divinidad (religiosos o patrióticos) que aguanten más de dos minutos. Tras una noche (fracasada) donde se encuentran todas estas chicas para estudiar Historia, una de ellas, consciente de que suspenderá, le dice al joven inglés: «Lo ves, si no nos hubierais invadido tantas veces, ahora no tendríamos tantos temas para el examen». Quiero pensar que dentro de un tiempo podremos tener una serie así. Es de las pocas esperanzas que me quedan, hoy por hoy.

*Escritor