China da un nuevo paso adelante para convertirse en la tercera economía mundial tras EEUU y la UE, desplazando a Japón. Su pacto para desarmar antes del año 2010 todos los aranceles aduaneros con la decena de países del sureste asiático, significa que 1.700 millones de consumidores tendrán un libre intercambio de productos. Es una decisión similar a la que se gestó en los años 50 en Europa, en el arranque del mercado común de bienes y servicios.

La nueva asociación aduanera asiática aún está lejos de ser una amenaza para el comercio que Europa tiene con aquellos países. Pero nadie debe infravalorar lo que supondrá en el futuro que esa zona del planeta, que alberga a un tercio de la población mundial, adopte nuevas formas de producción y comercialización que la hagan la más competitiva del mundo.

El progreso de Asia es un profundo desafío para la economía occidental. EEUU lo contempla como un peligro mientras Europa aún lo ve como una oportunidad de mejora para el conjunto del mundo. Pero comporta cuestiones problemáticas, como la de que consiga su alta rentabilidad restringiendo los derechos de los trabajadores.