Uno de los principales objetivos de la pujante clase media china es hacer turismo, y aquí va un dato para hacernos idea de lo pujante que es: en 2015 viajaron al extranjero 120 millones de chinos y se gastaron 100.000 millones de euros. En 2016 el gasto subió a 245.000 millones de los que solo 260 se quedaron en España porque vienen pocos chinos, aún. A los chinos hay que entrarles por los ojos, ya que el idioma es una barrera infranqueable por ahora. La socialista Lola Ranera, en su último año como concejala de Turismo, lo vio claro y organizó en Zaragoza la II Conferencia Mundial Chinese Friendly. El resultado fue que dos años después la ciudad era galardonada por ser la que más había crecido en turismo chino. Por eso resulta inexplicable que el Ayuntamiento haya rechazado la invitación de Shanghai para que Zaragoza esté presente en el Museo Mundial de las Expos. Y a coste cero. Habría bastado con que enviaran material de la de 2008, fotos, vídeos y ligeros resúmenes de las ponencias sobre calidad medioambiental. Paco Pellicer, director técnico de la Expo, se ofreció a hacerlo él mismo, seleccionar material y enviarlo a la ciudad de mayor crecimiento económico mundial, de donde salen los turistas petados de dinero. Pero el equipo de Santisteve se negó. Por lo visto está preparando una nueva estrategia turística para Zaragoza más alejada del rollo religioso y monumental que deja poco dinero. Quieren vender Zaragoza como «escenario de emociones» que, por lo que me cuentan, se basa en la cultura popular: chundaratas y ranchos en las calles.

*Periodista