A escasos días de que se celebren las presidenciales en Rusia, y de que previsiblemente salga reelegido el presidente mudo, o sea, Putin, que no ha querido participar en ningún debate electoral junto a sus restantes 7 contrincantes, a Mr. Trump, su homólogo americano, le ha dado por emular las formas rusas. Al poner al frente de la Secretaría de Estado a su exjefe de la CIA, Mike Pompeo, y como responsable de estos servicios secretos a Gina Haspel, la primera mujer directora de la agencia de inteligencia estadounidense (agente encubierta por el mundo, acusada de emplear técnicas interrogatorias torturadoras a supuestos terroristas yihadistas), blinda el aparato gubernamental, dejando en manos de profesionales de la seguridad, el espionaje y la tortura, el devenir de los EEUU en la sociedad internacional. Qué mejor homenaje el sistema Putin, que ha puesto especial empeño en atomizar todas las agencias de inteligencia rusas en una sola que estuviera bajo su tutela, volviendo al formato KGB. ¿Será por Satán, el misil ruso que puede acabar con el escudo antimisiles americano, por lo que Trump confía a dos súper espías, el centro del poder norteamericano? O, ¿será por devolver el favor que los rusos le hicieron en las pasadas elecciones, que catapultaron al poder a Trump? El blindaje estadounidense posiciona a Putin en un lugar privilegiado ante su electorado, en la medida en que lo confirma como un líder previsor, capaz de adelantarse a la nueva amenaza yanqui y velar por la seguridad del país.

*Periodista y profesora de universidad