El gran jefe de la tribu científica de la UE, el italoamericano, Mauro Ferrari, dimite. Abandona la presidencia del Consejo Europeo de Investigación, institución comunitaria clave donde las haya, con un presupuesto mucho mayor que el de muchos países (casi 17.000 millones de euros hasta 2027). Su equipo, integrado por 20 eminencias científicas, no compartieron sus sugerencias de poner en marcha un gran plan investigador especial para luchar contra el covid-19. ¿Para qué? No es su problema, ¿verdad, sus señorías? Le aplaudo su decisión, Mr. Ferrari. Ante todo, coherencia. «¿Somos una Europa unida o no?» No es usted el único europeísta convencido que abandona el carro europeo, se decepciona y cierra filas al proyecto europeo. No es para menos, dado el deleznable pelaje que están mostrando los más vikingos de esta Unión de papel, a punto de desmoronarse, si los vientos del norte se imponen. No hay futuro, sin acuerdo auxiliador justo. Ese que no hipoteque de por vida las economías de los estados miembros más sacudidos por la pandemia, cuando esas «supuestas ayudas» lleguen. ¿Cómo no compartir solidariamente las cargas?, ¿dónde queda «el sueño idealista de una Europa unida»? Aplastado. «No hay pero que valga. Somos miembros de esta familia y estamos ante un desastre natural sin precedentes, y la única respuesta posible es AYUDAR a los países que lo necesiten. Punto y final». Se puede decir más alto, pero no más claro. Si no quieren ver como sus Ferraris económicos se esfuman, dama y caballero del norte, no olviden que sus motores arrancan cada día gracias a aquellos que hoy reclaman «unidad, lealtad y solidaridad». Sean generosos si quieren seguir manteniendo su Ferrari particular.

*Periodista y profesora de universidad