Tras cien días de una huelga que paraliza los autobuses urbanos de Zaragoza en las horas punta, el daño causado a decenas de miles de vecinos es incalculable. E inaceptable. Se mide en problemas laborales, gastos, molestias, incomunicación... La indignación flota en el aire. El conflicto ha batido todos los récords, y la responsabilidad abarca a las tres partes involucradas: empresa, comité y ayuntamiento.

UNA EMPRESA MUY LEJANA

La huelga ha derivado en una pugna frenética que ha hecho tabla rasa del superior interés de los zaragozanos, tomados como rehenes por las partes y mal defendidos por un equipo de gobierno municipal cuya incapacidad a la hora de afrontar y resolver la situación resulta patética.

Está fuera de toda duda que la contrata del servicio de autobuses (prorrogada en circunstancias más que dudosas por la anterior corporación) se ha convertido en un problema crónico. Antes TUZSA y ahora AUZSA han sido unas empresas que nunca estuvieron a la altura. Objeto de sucesivas compras y ventas, la concesionaria es hoy un ente inaprensible y lejano. Zaragoza y sus habitantes son solo un número más en sus cuentas.

MUNICIPALIZACIÓN IMPOSIBLE

Pero el comité y el sindicato mayoritario, la CUT, no han demostrado más empatía con los vecinos. Por el contrario, su cerrazón y dureza, su indiferencia ante el sufrimiento que causan y su empeño en hundir el crédito de ZeC indican una deriva irracional y destructiva. ¿Qué están ganando los empleados de AUZSA? Nada en absoluto.

Si alguien creyó alguna vez que sería posible municipalizar el servicio de buses, ya puede olvidarse de ello. En todo caso, retirar la concesión actual es inviable por su alto coste. Pero aunque dicha operación llegase a ser factible, nadie en su sano juicio la aceptaría si ello implica asumir la actual plantilla. A la vista de lo que sucede, todo vínculo entre los trabajadores de la actual AUZSA y el vecindario ha saltado por los aires.

Cabe suponer que el alcalde y ZeC han entendido ya que la CUT no es una organización amiga sino un sindicato corporativo dirigido por un grupo que envuelve en verborrea izquierdizante su estilo autoritario y asocial. Ahora, el ayuntamiento debe esforzarse por imponer los términos de un acuerdo que ponga fin a esta demencial huelga.