Tristemente ha llegado el día en que la Central Térmica de Andorra se ha apagado. Después de 42 años de servicio se ha pulsado el botón de apagado de la central, por mucho que se digan que se puede volver a encender cuando el Ministerio lo pida en caso de que se precise energía eléctrica.

Quiero dejar varios apuntes, empezando por esto último, «el cierre». El proceso de desconexión de una central de estas características no es sencillo. Para desconectar una central térmica hay que pulsar el botón de apagado, pero previamente debe existir un documento de autorización. A continuación se tiene que levantar y firmar el acta de desconexión de Red Eléctrica Española. Una vez realizados los trámites administrativos, se puede abordar el siguiente paso: vaciado de calderas, desconexión de transformadores y un largo etcétera. Por último, realizar el desmontaje y la demolición.

Todo este proceso lleva bastante tiempo, más de dos meses. Las actas de cierre de una central térmica suelen estar firmadas por la dirección de la central térmica, por el presidente del Comité de Empresa y por una persona que debe comprobar físicamente la desconexión.

A partir de ahí el Ministerio de Industria cancela la autorización de producción de Energía (esto, parece ser, todavía no se ha dado en Andorra). El siguiente paso lo tienen que dar la DGA y Ayuntamiento de Andorra, que es el que tendrá que conceder licencias y estar coordinado en sus decisiones con el Gobierno de Aragón. Las preguntas que me hago son: ¿Nos vuelven a querer despistar?, ¿la central térmica está desconectada de la red? Puede. Aunque, si hubiese seguido funcionando, técnicamente se hubiera tenido que parar antes de finalizar el mes debido a la falta de carbón. Menudo lío, ¿verdad? Todo esto lo único que hace es esconder el problema principal que no se ha sabido resolver. No es otra cosa que la falta de alternativas industriales a la central, aquello que en los años 90, allá por el siglo XX, se llamaba reindustrialización, y que ahora, en los primeros años 20 del siglo XXI, le llamamos transición justa. Esto no viene de ahora, viene de hace 20 años, cuando ya empezábamos a reivindicar futuro viendo los problemas que se podrían derivar del cierre de las minas y de la central.

Existe una cronología de reivindicaciones para que nuestra tierra tuviera alternativas y reindustrialización. Se empezó en 1990, exigiendo medidas para evitar precisamente esto; en el 94 hacíamos acampadas, en la parte de atrás de la plaza de toros de Andorra, exigiendo lo mismo; alternativas. Al igual que en el 96, manifestándonos por la misma reivindicación, o en el 2010 encerrándonos en el Ayuntamiento de Ariño por lo mismo; futuro para nuestra comarca. En el 2011 se dieron más movilizaciones, otra vez pidiendo alternativas al carbón y la central, en el 2012 una huelga de minería, y otra vez la misma reivindicación; futuro para nuestras comarcas. En los años siguientes más movilizaciones. Llegamos al 2018 y otra vez a la calle pidiendo futuro y alternativas para este comarca tras haberse anunciado el cierre total de las minas y de la central térmica. En 2019 se nos vende la transición justa, que si se iba a hacer antes del cierre de la central, pero, mira por donde, hemos llegado a mediados de febrero y resulta que la central y las minas están cerradas y la transición justa ni aparece.

Así que nos encontramos, tras 42 años de trabajo y de prosperidad en esta comarca minera, que ningún gobierno de este país ha hecho lo necesario para haber evitado esto, el hundimiento de una comarca entera que en sus días fue el 40% del PIB de toda la provincia de Teruel. Tanto prometieron que al final las palabras se las llevó el viento. La realidad es que ahora, después de tanto trabajo, de tanto esfuerzo, de tanto sudor, solo nos quedan lágrimas por no saber qué nos deparará el futuro. También porque, desgraciadamente, un símbolo como es la central Térmica de Andorra, no solo para esta zona, si no para la provincia y para Aragón, va a dejar de verse en el paisaje. Dejaremos de ver su penacho visible cuando venimos por la N-232 desde Azaila y desde muchos lugares del Bajo Aragón. Un referente que nos orientaba en el camino. Cuando a lo lejos la veías decías: «En nada, en Andorra».

Si hay algo que nos caracteriza a la ciudadanía de esta tierra es la constancia, y aunque ahora estemos tristes, no debemos reblar. Peor ya no nos puede ir. Debemos exigir a aquellos que nos lo prometieron que afronten proyectos reales con empresas reales. Es lo que nos queda, seguir luchando. Si algo tengo claro es que la transición justa viene con reindustrialización. Muy bonitos son los molinos y las placas solares, pero eso no garantiza futuro, solo ganancias a los de siempre.H

*Podemos Andorra