Aunque era previsible, el próximo cierre de la factoría de Moulinex en Barbastro ha caído como un mazazo sobre aquella ciudad. Doscientos setenta trabajadores se quedan en la calle y se pierde en el Somontano oscense un significativo núcleo de actividad industrial.

Son los temidos efectos de la deslocalización. Las plantas fabriles emigran detrás de la mano de obra barata, concentran sus instalaciones en busca de una mayor sinergia productiva, reducen costes... La dirección de Moulinex ha justificado el cerrojazo afirmando que le resultaba imposible competir con los electrodomésticos procedentes de China. Pero lo cierto es que, previamente, los actuales propietarios de la empresa habían retirado de la factoría de Barbastro las líneas más rentables para reinstalarlas en otra planta situada en el País Vasco.

Los sucedido con Moulinex alerta sobre la necesidad de que Aragón sostenga estrategias eficaces contra los efectos de la deslocalización industrial. Para ello cabe asegurar mediante convenios u otras fórmulas la continuidad de las empresas que aquí se instalan, pero sobre todo es preciso primar la diversificación económica y la promoción de actividades vinculadas al territorio. No hay otra salida.