La política no entiende el lenguaje de los paradigmas racionales que rigen la sociedad. Es más una suerte de imperfecciones bien articuladas por el manejo del relato, la oportunidad y de la astuta habilidad de pocos. Los actores de esta película más que subvencionada --sin ERTE a la vista-- saben cómo naturalizar el nuevo mood. Esto acaba de empezar.

Como si hubiéramos dado un salto al vacío, la pesadilla de la agonía sanitaria parece que fue hace decenios al ver como los principales espadas de la política nacional destilan insultos, falacias y poses demagógicas antes que aspirar a reconstruir lo que el virus ha sepultado.

O quizá estén más en la destrucción por la cortoplacista propaganda que escupen. Aún no sabemos contar a los fallecidos con precisión cuándo los que no paran de ascender son los muertos de miedo por el mazazo económico. Porque no saldremos ni más fuertes, ni mejores. Seguiremos en la trinchera perpetrada por un parlamento enquistado en la algarada. La triste historia de un país marcado en el histrionismo guerracivilista.

Pablo Iglesias quiere cerrar el pestillo tras el portazo de Espinosa de los Monteros. Su frase de «cierre al salir, señoría» marcó el nuevo rol de la izquierda reaccionaria. El punto donde Vox mejor se desenvuelve: en el barro del tú a tú como una pelea de colegio. No nos engañemos, el vicepresidente sabe lo que hace. No hay nadie más hábil ni con un constructo demagógico de la política más formado que él.

Podemos no terminará la legislatura. No le interesa. En plena crisis económica pandémica, con Europa lanzando cantos de sirena de las reformas que habrá que acometer, los morados no pintan nada en el Gobierno. Ahí su relato se difumina.

La naturalización de Podemos gobernando con Sánchez mientras dicta las normas Bruselas hará que su votante se aleje. E Iglesias sabe que una salida del Ejecutivo es perder el poder para ganar una vida electoral. En definitiva, más poder. En ello las provocaciones de la derecha extrema junto a las bravatas de la marquesa Cayetana son el mejor aliado para los intereses de Iglesias.

La tensión política toca el techo y la economía se hunde en el suelo. Pero ahí están los envalentonados oportunistas entre descalificaciones: comunista, terrorista, golpista, miserable, fascista. La brocha gorda que solo busca ahondar en las dos Españas. Con más ahínco que en la única reconstrucción del país: el acuerdo de 1978.