La fábula de la cigarra y la hormiga ejemplifica la percepción que la mayor parte de la ciudadanía todavía tiene del llamado mundo de la cultura. Para muchos, músicos, actores, escritores, artistas, etc, forman un colectivo de despreocupadas cigarras ajenas a las dinámicas económicas y laborales del mundo real. El estereotipo decimonónico del artista bohemio se convierte en paradigma con el que se visualiza a un complejo colectivo. La realidad es otra muy distinta. Las actividades de la industria de la cultura y el ocio significan alrededor del 5% del PIB. Por otra parte, diversas teorías sociológicas establecen una relación directa entre efervescencia cultural e innovación tecnológica, sirva como ejemplo los lazos entre la contracultura californiana y el Silicon Valley. Cataluña ha realizado una apuesta estratégica por la cultura, y es que el binomio turismo/oferta cultural se hace cada día más necesario. Por eso, más que bonitas palabras (como las de la gala de los Max) sería de agradecer a la flamante ministra acciones muchos más concretas, porque en el mundo de la cultura las cigarras perezosas (que la hay) conviven con muchas anónimas y productivas hormigas. *Músico y gestor cultural