Los cines Aragonia de Zaragoza han comenzado a ofrecer una retrospectiva del director Wong Kar—Wai, nacido en Hong Kong y autor de una obra cinematográfica muy estimable.

La primera de sus películas del ciclo, Deseando amar, ha sido restaurada, como todas las restantes (hasta siete títulos), por el propio autor. Un trabajo ciertamente de orfebrería, y nada fácil de llevar a cabo, pero que revaloriza el conjunto de su obra, prestándole un renovado interés.

Ya lo tenía, por supuesto. Desde sus comienzos, Wong ha sido un director diferente. Su estilo y manera de entender el cine resultan más que reconocible a las pocas escenas.

En Deseando amar confluyen muchas de sus características esenciales. Comenzando por una estética tan extraordinariamente elaborada que no hay detalle, grieta de la pared, gesto de los protagonistas (maravillosos Maggie Cheung y Tony Leung), alfiler de corbata, gota de lluvia resbalando por una bombilla desnuda que no nos plantee, por mucho placer que nos cause, un sobresalto, una duda y su interpretación.

El conjunto de la película, que viene a ser un laberinto del deseo y de la pasión amorosa entre un hombre y una mujer heridos por la infidelidad, nos causará inquietud, enigma y una curiosa mezcla de vacío y plenitud, más una serie de extrañas preguntas de fondo, o que siempre habían estado ahí, en los cimientos de la persona, sin que nadie las hubiera hecho aflorar a la superficie de la vida cotidiana. Hondas cuestiones sobre el amor, la soledad, la comunicación entre los seres humanos, todas sin aparentes o fáciles respuestas, son las que Wong sutilmente nos formula utilizando su cámara como un signo de interrogación y escalpelo de los sentimientos.

Muy exigente con el espectador, obsesivo en su huida de los lugares comunes, delicado y protocolario como todo arte oriental, y tan hermoso, plano a plano, que nadie con un mínimo de sensibilidad dejará de conmoverse por tanta belleza filmada sobre la sórdida realidad de un escenario cotidiano, una casa, una calle, un barrio o un día cualquiera.

Más allá de la contingencia, de la moda, la obra de Wong se eleva sobre el tiempo y sus circunstancias, encuadrándose en el cine de autor, con mayúsculas.