No hacía falta ser muy lince para saber, nada más conocer los resultados de las elecciones de Andalucía, quién iba a gobernar. Era más que evidente que la derecha no iba a dejar pasar la oportunidad de apartar del poder a los socialistas después de 36 años de presidir la Junta. Lo que era más difícil de saber la noche electoral de aquel 2 de diciembre, era que los pactos iban a suponer tal derroche de cinismo político entre muchos de los protagonistas y lo que es más preocupante, que iban a poner de relieve la inexperiencia y falta de madurez política de los actuales dirigentes nacionales del PP y el violento giro a la derecha de Pablo Casado.

Lo que el PP y Ciudadanos hicieron en un primer momento era lo lógico: ponerse de acuerdo en una serie de puntos bastante viables y sensatos dentro del prisma de centroderecha para formar un Gobierno de coalición en Andalucía. Ahí se tenían que haber quedado. Si alguien quiere unirse a ese acuerdo para desalojar al PSOE, no hacía falta nada más. Si no, Susana Díaz continuaría de presidenta. Como aquel acuerdo de Pedro Sánchez y Albert Rivera para la investidura del primero tras las elecciones generales. Se llegó a la elección y no se fraguó porque no hubo votos suficientes. Pero no se pactó con ninguna otra fuerza y menos tan reaccionaria.

¿Qué necesidad tenía el PP de sentarse a negociar con Vox, hacerse la foto y darle tanta relevancia a la ultraderecha? Ninguna. Porque, además, Vox hubiera dejado que Juanma Moreno Bonilla hubiera sido presidente. Aunque hubiera sido en segunda vuelta. Así lo dijeron la noche electoral.

Y no se podría decir de ninguna manera que PP y Cs gobiernan con la ultraderecha. Pero ahora, ¿quién es capaz de decir que una decisión de un consejero andaluz del PP no es fruto del acuerdo firmado con Vox? Son momentos de negociar mayorías y lo censurable será lo que se pacte, no pactar para legislar. Los partidos han encendido la mecha del cinismo político, del puro teatro porque igual que no es cierto que Cs y PP van a gobernar con la ultraderecha (pese a las dudas desde el PP por lo firmado), no lo es que el PSOE gobierne con ETA y los independentistas. En rigor, no es así. Otra cosa es lo que sudyace por detrás de muchos acuerdos, tanto en España como en Andalucía. Como todo el teatro hecho con las 52 medidas de Vox presentadas un día y eliminadas en la segunda jornada de reuniones. Puro teatro porque estaba todo hablado.

El pacto de los populares con Vox evidencia el giro a la derecha del PP bajo el liderazgo de Casado. Los dos partidos se comprometen a sustituir la ley autonómica de memoria histórica por una de concordia, a crear una consejería de Familia y a garantizar la educación segregada por sexos... Casi nada. Evidencia también la inmadurez política de quienes dirigen ahora el PP nacional. La escenificación de pactos con los ultras nunca hubiera existido con algunos de los que antes dirigían el partido. Los García Egea han tenido prisa por olvidarse de que han perdido muchos votos en Andalucía y mostrar a su nuevo líder Moreno Bonilla, el mismo al que le tenían preparada una gestora por su fracaso electoral. La posibilidad de gobernar se les ha hecho grande. Solo hay que escuchar a históricos como Núñez Feijóo y Alfonso Alonso. Los Villegas, Marín y compañía, aún llevando poco tiempo han sabido encauzar a la perfección el panorama andaluz tras los comicios. Y Rivera viene a demostrar lo que va a continuar en las próximas elecciones. Que es un partido bisagra y que en Aragón podría darle el Gobierno al PSOE si suman (incluso uniéndose el PAR a esa suma) y en Madrid hacerlo junto al PP, por ejemplo. Es lo que pretenden. Gobernar con unos y con otros en cuantos más territorios mejor.

Los de Vox están consiguiendo su objetivo a base del cinismo del resto de políticos y de la inmadurez de muchos de los líderes. A estos ultras hay que fagocitarlos porque lo que ellos quieren no es el poder de Andalucía, sino destruir en toda España y en Europa buena parte de los avances conseguidos. Por eso, cuanto más los obviemos, cuanto más se les desenmascare y cuanto menos se les tenga en cuenta, más posibilidades tendremos de que la derecha siga estando en el PP. El discurso que tienen no puede asimilarlo ningún político. Ni del PP. El aragonés Beamonte ya ha dicho que es partidario de mantener la ley de violencia de género. Es un paso pero faltan más.

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