La editorial Tusquets está teniendo la loable iniciativa de reeditar la obra de Emil Cioran, el filósofo rumano que a ningún lector deja indiferente. Con sus recuperadas lecturas, irónicas y desesperadas, nihilistas y sarcásticas paso unas horas de paradójica meditación, según los sesgados caminos trazados por las reflexiones de este bárbaro autor. «Pero los pensamientos son flechas envenenadas», nos previene.

En 'Ventana a la nada', el volumen que acaba de presentarse, se recogen los aforismos, anotaciones y fragmentos que Cioran escribió en 1944 en París, tras, como él mismo confesaría en una de sus cartas, «llevar más de siete años pudriéndome en el Barrio Latino».

Esa referencia al ineluctable paso del tiempo, y al Tiempo mismo como concepto, error o condena, inspiran buena parte de las reflexiones filosóficas de este pensador que puede recordarnos a Heine, a Nietzsche, a Sartre, a Heidegger, pero que, línea a línea, va construyendo su propio edificio de palabras e ideas, bien que sin defender apenas un sistema y menos aún las herramientas que lo han configurado. «El alma no cree en las palabras», sentenciará.

Contra el dios Cronos se revelará Emil Cioran con desgarradores gritos: «El tiempo es un hijo bastardo de nuestro embrutecido corazón»; «El tiempo desenrolla el hilo del alma entre la repugnancia y la idolatría»; «Los únicos instantes favorables son aquellos que nos expulsan fuera del tiempo»; «Lo absurdo y el tiempo aparecieron simultáneamente en el mundo»; «Aquel que percibe el tiempo ya no puede percibir nada»; «Dado que la vida es un insomnio, el sueño es una divinidad»; «La vida es una historia en la que el tiempo se cuenta a sí mismo» o «El tiempo es un veneno vertido en la eternidad».

Además de sus reflexiones sobre el tiempo, Cioran medita afiladamente sobre otros muchos temas, la religión, el poder, la cultura... Con sentencias como éstas: «La religión concierne al hombre, a la gente; la poesía, al individuo»; «La cultura se reduce a una utilización refinada del adjetivo»; «El estilo es una máscara y una huida»; «La vida clama contra la vida»; «Las masas están perdidas porque el ser humano no puede soportar la felicidad; solo puede soñar con ella».