Tomas Piketty, el gran teórico de la desigualdad económica, acaba de publicar libro y se ha acercado a España a presentarlo. Es un tipo un poco orondo, con una sonrisa contagiosa, que suelta teorías que muchos consideran subversivas. El nuevo tocho (dicho desde la sana envidia) se titula Capital e ideología. Me quedo con una de sus ideas troncales: los grandes éxitos del siglo XX en la reducción de las desigualdades, pero también en el crecimiento económico, se obtuvieron haciendo circular la propiedad. ¿Y eso cómo se consigue? La fórmula más justa y más directa es con impuestos progresivos. En España, donde ya hay casi un millón de millonarios, el abismo social cada día es más profundo. Estábamos orgullosos de nuestra sanidad, de nuestra educación, de ese tejido de bienestar que hacía que, aunque cayeras, no tocaras fondo. Todo eso ahora está en riesgo. Algunos partidos políticos han vendido el sueño de que lo moderno es pagar pocos impuestos, y ya te arreglarás tú. Y ya me explicarás cómo salen las cuentas. Nos han vendido que el que vale, sale adelante y gana. Nos han vendido que hay que emprender, que los más fuertes se harán de oro. Y es todo mentira.

Nada justifica que en un país que era modélico, las instituciones que nos cubren estén cada día más debilitadas. ¿De qué le sirve a un megarrico tener tanto dinero, si a los pies de sus murallas se está fraguando una revolución? ¿Y saben qué aspecto están tomando esas revoluciones en Europa? Las del ultranacionalismo y la extrema derecha. En España, por suerte o por desgracia, tenemos una ultraderecha pija, pero esperen a que den con la tecla del populismo de clases. Y entonces, échense a temblar.

*Periodista