Hay una parte del país que cuando vienen mal dadas añora la dictadura o bien sueña con un gobierno muy fuerte que acabe con las rebeliones autonómicas, los narcos de Algeciras, la corrupción, el paro y la pobreza. En nuestra democracia, el político que más se ha acercado a ese dibujo, denominado certeramente por Joaquín Costa, el cirujano de hierro, ha sido, creo, José María Aznar, cuyo retorno al partido que le vio crecer no está, ni mucho menos, por completo descartado. Si se retira Rajoy, podría regresar.

Sobre esa figura recurrente del cirujano de hierro, acuñada por Costa, reflexiona Manuel Azaña a través de sus ensayos literarios, recopilados por el sello Reino de Cordelia con el título El arma de las letras, bajo selección y prólogo de José Esteban, experto en la obra azañista.

Azaña fue un gran admirador de Costa.

Sobre él, escribió, por ejemplo:

Poseía un don verbal sobresaliente. Hallaba con naturalidad los vocablos significativos y justos. Hay páginas de Costa que son ríos de imágenes candentes. Era un artista. Condensó los sentimientos difusos de la multitud, revistiéndolos con formas tópicas. Patriotismo en carne viva, corazón indefenso, porque no conoció la ironía; ahí estaban su fuerza y su flaqueza.

Su tesis del cirujano de hierro, necesario, según Costa, para encauzar los males de España, nació a modo de figura teórica deun dictador, pero el político de Graus la iría perfilando: Yo conservo un Parlamento independiente del supuesto dictador, instauro al lado de él un Poder Judicial... de modo que el cirujano de hierro les sirva de de complemento adjetivo conforme a la Constitución, pero él hace que las leyes rijan...

Bien por anarquismo, bien por recelo antidemocrático, Costa quería una Revolución conservadora (explica Azaña en otro de sus artículos), pero poniéndola en buenas manos y por eso inventó otro de sus famosos arquetipos políticos, al que llamó el escultor de naciones.

Alguien capaz de cambiar la conciencia de los españoles y convertirlos en algo más que ese pueblo de mendigos e inquisisores contra el que el León de Graus rugió en innumerables ocasiones desde el Ateneo madrileño, desde su escaño parlamentario o ensu Huesca natal.

Cirujano de hierro, escultores de naciones... ¿Volveremos a oir estos nombres en esta España nuestra desencajada por la división? Ojalá que nunca, pero en este país nunca se sabe...