Los retos y objetivos que una gran ciudad persigue, para seguir siéndolo y no perder su posición en la tête de la course de las grandes urbes europeas, son muy variados y complejos. En cualquier caso, quienes las gobiernan han de tener claras cuestiones tales como la calidad de los servicios que prestan o el grado de satisfacción de sus vecinas y vecinos para con aquellos, sin perder de vista que una gran institución como el Ayuntamiento de Zaragoza, con el segundo presupuesto público más alto de Aragón, ha de velar, sí o sí, para que quienes aquí viven y trabajan gocen de una calidad de vida digna y estable que les permita desarrollarse como personas.

El Ayuntamiento de Zaragoza celebra el Debate sobre el estado de la ciudad y es necesario que en él se pregunte ¿cómo gobernamos para ser, no solo una gran ciudad, sino una ciudad mejor? El consistorio ha de ser gobernado para que todas las personas que aquí vivimos seamos capaces de sentir que la justicia social y el bien común impregnan las políticas públicas con el objetivo de que la sociedad zaragozana se cohesione y se impulse a sí misma, sin distinciones ni fórmulas que segregan en función del barrio en el que vives o de cuál sea tu renta familiar.

Hemos de debatir en profundidad, sin aferrarnos en exceso a los efectos de la pandemia, en estos tiempos convulsos en los que la inversión pública ha de ser clave para favorecer y estimular la economía, implantando modelos de intervención social y urbana que saquen del aletargamiento a los barrios de Zaragoza.

Cortoplacismo

Invertir de manera casi exclusiva en el distrito Centro, en calles y plazas que no requieren de impulso prioritario, puesto que ya lo tienen por la propia zona en la que se encuentran, y sin haber sido solicitadas por asociaciones o entidades vecinales, confirma que el Ayuntamiento de Zaragoza no tiene capitán al mando. O que si lo tiene, solo piensa en el corto plazo y en sí mismo, esperando que la marea política le lleve a puertos como el de la Carrera de San Jerónimo.

Zaragoza necesita inversión en los barrios. La casi totalidad de ellos tienen obras pendientes desde hace décadas, obras que de tanto tiempo que llevan en la bodega son ya gran reserva . Actuaciones como la integración urbana de la avenida Cataluña o de Tenor Fleta, la implantación de mercados municipales en zonas que los reclaman y para los que hay público potencial, la actualización y renovación de la avenida Valencia o la de Navarra, así como las necesarias obras en los barrios rurales, entre otras muchas, duermen el sueño de los justos mientras que el alcalde, sabedor de que el tiempo se le agota y ha de cortar cintas, adjudica obras en zonas como Santa Engracia o Los Sitios, curiosamente sus graneros de voto en el 2019.

Poco o nada dice de un gobernante que su mayor apuesta para Zaragoza sea la construcción de un macrohospital privado. Para las mujeres y hombres de CHA en Zaragoza es el hospital de las mentiras. Falso era el anuncio a bombo y platillo de que había varios grupos interesados en su construcción, al final solo había uno. Falsa era la noticia de los ingresos, a los que no se habían descontado los costes de urbanización, siendo también desconocido a qué se destinará el supuesto maná resultante. Los únicos beneficiados por esta operación no cogen el bus o el taxi, ni pasean los domingos por la plaza Aragón, por el Parque Labodeta o suben y bajan la calle Delicias o la avenida América. Los únicos beneficiados por su construcción se encuentran sentados en consejos de administración muy lejos de nuestra ciudad y saben que su beneficio no se acaba con la construcción, sino con la posible recalificación de otros suelos.

Pero no solo los retos urbanos han de motivar nuestra atención. En materia social el Ayuntamiento suspende estrepitosamente, pasando de ser una capital bandera en lo que a derechos sociales se refiere a considerarlos como caridad. Derivar servicios sociales esenciales a la atención telefónica es no conocer a quienes los demandan, siendo la atención personal, como ha venido siendo hasta ahora, clave en el éxito de la intervención social.

La movilidad ha cambiado, pero el Ayuntamiento permanece inmóvil. Sigue sin haber una planificación que renueve las formas y los usos de transportes, sigue sin haber una coordinación real que, en coordinación con el Consorcio Metropolitano de Transportes, consiga aunar sinergias para convencernos definitivamente de que Zaragoza no es una isla y que se nutre y nutre a su vez a su entorno.

Desde Chunta Aragonesista proponemos que el Ayuntamiento de Zaragoza mire a largo plazo, que no se quede con la vista puesta solo en el 2023 ni se deje arrastrar al 36, como les gustaría a sus socios. Queremos una ciudad que sea digna capital de un territorio histórico como es Aragón, y no una ciudad provinciana como quieren imponernos. Una capital moderna y abierta, europea y europeísta, un ciudad inclusiva donde los derechos sociales impulsen una mejora en la calidad de vida de sus habitantes, una Zaragoza orgullosa de su pasado, de su presente y de su futuro, y una capital donde los servicios se presten de manera universal, sin segregar, sin pedir pasaportes ni visados. Zaragozanas y zaragozanos somos quienes vivimos y trabajamos en esta histórica ciudad, que ha de mirar a su futuro con ilusión y confianza.