Puesto que vale todo, ya no cabe hacerse los ofendidos. Los Presupuestos Generales se boicotean mediante el más evidente filibusterismo parlamentario... O se dejan de bloquear porque las dos derechas andan a ver quién se apunta el tanto, y el PP quiere llevar la pelea al Senado, donde tiene mayoría, pero Cs prefiere el Congreso, porque en la Cámara Alta no pinta nada. Eso sí, a la ciudadanía le pueden ir dando, porque en este juego de quitarle aire al adversario nadie se corta un pelo a la hora de sabotear la normal acción de las instituciones públicas. Es la hora de las zancadillas y las putadas.

El 26 de octubre, todos los grupos, con PP y el PAR a la cabeza, exigieron en las Cortes de Aragón el arranque de las obras del nuevo hospital de Teruel. Lógico y conveniente, por supuesto. Así que la consejera Ventura aseguró una y otra vez que las obras comenzarán, como tarde, en marzo, porque sacar adelante el proyecto ha sido árduo por aquello de la nueva Ley de Contratos. Entonces los mismos partidos que reclamaban ese compromiso argumentaron que, claro, el Gobierno Lambán había jugado con los tiempos para hacer coincidir la primera piedra del edificio con el inicio de la precampaña electoral, y eso ya... Veinticuatro horas después, el Ayuntamiento de Teruel, controlado por la derecha, lanzaba su torpedo: la tramitación de la licencia de obras, sujeta a modificaciones tras un trámite municipal previo que duró medio año, presenta, de repente, supuestas deficiencias y la construcción del hospital no podrá, seguramente, comenzar en la fecha prevista. Los argumentos al respecto fueron tan farragosos como suelen serlo cuando de asuntos burocráticos se trata, pero la conclusión saltaba a la vista: se pretende sabotear la dichosa primera piedra para que el PSOE no se apunte el tanto. ¿Y la asistencia sanitaria a los habitantes de Teruel y provincia? Bueno, eso parece importar menos; o sea, nada.

Ha ocurrido igual en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde, en el Pleno, el portavoz del PP, Azcón, acusó directamente al concejal del PSOE, Trívez, de haber participado en reuniones donde se acordó, junto con Cs, sabotear la gestión de ZeC. Concretamente, los socialistas habrían propuesto imponer el gasto de una buena parte del excedente presupuestario en eliminar barreras arquitectónicas. No se trataba tanto, acotó el conservador, de favorecer la movilidad de los discapacitados, sino de poner patas arriba la ciudad cortando calles durante las obras para que el alcalde Santisteve y los suyos quedasen en evidencia ante el vecindario.

Naturalmente, en el grupo municipal del PSOE han negado semejante chanchullo. Pero sonó verosímil. Sobre todo porque los propios socialistas se han empeñado en liderar a los grupos de la derecha y ciertas asociaciones de comerciantes y vecinos de la zona en su demencial ofensiva contra el arreglo de la calle Don Jaime I. Y cuando los tribunales rechazaron los recursos destinados a paralizarlo, todavía quisieron frenar los trabajos desde el propio Pleno, sin importar lo más evitente: que si ahora queda todo en suspenso, el perjuicio está garantizado porque la calle (que habría de quedar mucho mejor que antes) permanecería sin acabar a la llegada de las Navidades.

Vivimos tiempos de radicalismo y enfrentamiento, de dureza retórica y ausencia tanto de sinceridad como de cortesía. Pero esto ha de tener un límite. No se pueden sacrificar los intereses generales con tal de perjudicar al oponente político. Ese tipo de maniobras son inaceptables.