La razón del interés de Pedro Sánchez hacia Ciudadanos estriba fundamentalmente en su análisis matemático del voto de centro derecha. Tres partidos a ese lado dividen más que dos y de esa división seguirá alimentándose la suma de las izquierdas.

Visto así, el comportamiento político de Sánchez no tiene nada de incongruente. Por el contrario, es tan lógico como una ecuación. También tan frío, de ahí el calentón de Pablo Iglesias, el socio primordial, pero no prioritario de un partido socialista que apunta más al centro moderado que a la izquierda radical. Al PSOE no le interesa la desaparición del partido de Inés Arrimadas, y menos ahora que su menguada dirección ha corregido el rumbo. Sánchez no ha olvidado con qué buenos ojos veían hace no tanto los españoles una alianza gubernamental de los suyos con Albert Rivera, antes de que este, ensoberbecido por las encuestas, apuntase directamente a la presidencia del Gobierno, negándose a pactar con Sánchez.

El grueso del voto, el mondongo, estaba ahí, en aquella orgía o matacía electoral, embriagadora para la Iglesia y la monarquía, dionisíaca para el capital, pero que nunca llegaría a celebrarse.

Esa confianza del PSOE a pactar extramuros de Moncloa puede estar revelando que los socialistas le han cogido la medida a Podemos. El batacazo de los morados en Galicia, donde sus mareas se han desbaratado a las primeras galernas, indica que el momento álgido de Unidas Podemos había ya pasado cuando se cerró el Gobierno de coalición.

En los dos últimos años, Podemos se ha replegado de tal manera sobre la figura de Iglesias que el resto de sus líderes, bien se han ido, bien se han venido abajo. Alberto Garzón, que se ha quedado con los indignados, pero sin comunistas, ejemplifica en su decadencia el coste a seguir en la élite cuando se ha perdido el patrimonio. Errejón, que tenía su finquita, prefirió ponerla a salvo y ahí sigue, regando sus tomates. Kichi y Teresa Rodríguez se han bajado al moro. En Cataluña, UP no tiene a casi nadie. En el País Vasco, tampoco. En Aragón Echenique brillaba al sol, hoy palidece a la sombra de Iglesias…

Y así, Sánchez, se arrima a quien le place…