Todas las encuestas apuntan a un triunfo de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid. Unidas esas expectativas a su reciente éxito al ganar las autonómicas catalanas, se abren ante los de Albert Rivera las puertas del poder. A partir de ahora, el rival de Mariano Rajoy, del Partido Popular, no es prioritariamente el socialismo, que siempre, sino, ahora, un nuevo centro-derecha o liberalismo surgido a su sombra, alimentado por los poderes fácticos y cada vez más por una opinión pública que apoya este nuevo formato de partido con antigua, aunque quizá no tan anticuada ideología (vino nuevo en odres viejos).

Rivera, su profeta, es un político de hechuras convencionales que no viene en principio a cambiar nada, salvo la corrupción. Pretende gobernar mejor, más honestamente, frente a un Rajoy subsumido en la perpejlidad de los suyos, en la inercia, en la lasitud del tiempo. Es esa urgencia y energía, esa juventud responsable de Rivera lo único que le diferencia de un PP al que claramente imita en los órdenes económico y moral, tan sustanciales para la derecha, en el respeto constitucional y en la unidad de España. Vino nuevo en odres viejos.

Caras nuevas, pocas, pero cada vez más conocidas, como Inés Arrimadas, brillante y vibrante en su defensa constitucional frente al independentismo catalán, pero conservadora y previsible en los demás órdenes de la política, y poco dada a pactar, según se desprende de su estéril triunfo en Cataluña.

En Aragón, Ciudadanos crece en las encuestas, pero lo hace no tanto por méritos propios como a rebufo de la moda nacional. Los diputados y concejales de C’s no han conseguido dar el salto a la opinión, no son conocidos ni admirados, no son populares. Para ganar y gobernar, necesitarán líderes, hombres y mujeres referentes, representativos, capaces de enriquecerles con un proyecto para Aragón, para Zaragoza, incluso para esas Diputaciones que Rivera quería eliminar, como al pobre, ¡ay!, Justicia de Aragón, hasta que alguien, imagino, le abriría los ojos o enviaría un dossier sobre nuestro derecho foral.

Conocí a Rivera en una comida del Grupo Planeta. Hablamos de Adolfo Suárez, su héroe, su mito. Me dio una buena impresión, joven, sincero, sobradamente preparado. Aseguró que pretendía pilotar el centro español. Para lo cual, no debería conducir por la derecha.