El momento de confusión y cambio que vive la política española es propicio para la aparición de nuevos partidos, como en efecto está sucediendo.

Se trata, sin duda, de un impulso reformista o regenerador, necesario y generacional, emitido por una sociedad a todas luces indignada por los nepotismos, las oligarquías y las corrupciones de un poder incapaz de regenerarse a sí mismo.

Hasta ahí, todo correcto.

El problema (el nuevo problema) comienza cuando dichos partidos tienen que mostrarnos, más allá de sus críticas y reflexiones sociológicas, más allá de los gestos, sus hojas de ruta, sus proyectos, propuestas y programas.

El programa electoral de Podemos para Aragón y sus principales ciudades sigue siendo un misterio.

El de Ciudadanos, en cambio, es cada vez más claro.

Tanto que dos de sus referentes, el jefe, Albert Rivera, y Javier Nart, eurodiputado de C's, han anunciado, y en el propio Aragón, sin cortarse un pelo, que están a favor del trasvase del Ebro y que hay que recuperar aquel viejo Plan Hidrológico Nacional con el que José María Aznar pretendía expoliar el río y entubarlo en Tortosa para regar los campos de golf de Alicante y las coles y lechugas de El Ejido.

Con semejante bandera es difícil que Ciudadanos gane las elecciones en la Comunidad Autónoma de Aragón, pero podrían llevarse el voto de la derecha más radical, espectro al que ideológicamente pertenecen, y con ese porcentaje jugar a las mayorías, como están haciendo estos días --en un ejercicio de un pragmatismo tan extremo que para muchos roza francamente la amoralidad--, en Andalucía.

Allí, y en otras comunidades autónoma y municipios, Rivera ofrece su mano tendida para pactar ya no sólo con el PP, sino también con la izquierda, dándoselas de centrista, de progresista, quién sabe qué oyéndosele uno y otro día contradecirse sin pudor.

Y en medio de tantas vaguedades e incertidumbres, podría darse el caso, dada la inocencia de una parte del electorado, que Ciudadanos, el partido trasvasista, anti--autonomista (ha pedido la cabeza del Justicia) y anti--aragonesista (su nacionalismo es puramente español), tuviera la sartén por el mango a la hora de cerrar mayorías estables en las principales instituciones de Aragón. Cosas veredes...