Que se está produciendo un cambio en el clima es algo tan obvio que a estas alturas no cabe perder el tiempo en argumentarlo. Otra cosa es que se esté tomando nota de tal proceso y que se obre en consecuencia. De hecho, los enfoques medioambientales de las administraciones españolas parecen querer soslayar tal evidencia. Y sin embargo el clima cambia; no hay más que salir a la calle para comprobarlo.

El calentamiento del planeta se percibe en buena parte de Aragón, donde ayer se vivían temperaturas cuasiveraniegas. Y sus consecuencias más inmediatas se perciben en las tiendas de ropa, porque no hay forma de vender la moda otoño-invierno. Pero la cuestión va mucho más allá. El cambio climático ha de influir directamente en los comportamientos de la naturaleza, en los cultivos, en las ofertas turísticas y en los propios esquemas de desarrollo económico. Es muy significativo, por ejemplo, que tras una primavera excepcionalmente lluviosa los pantanos de la cuenca del Ebro lleguen al otoño con unas reservas que apenas superan el cincuenta por ciento de promedio. Se trata de un detalle significativo que como otros muchos debiera ser tomado en cuenta, porque el futuro... ya está aquí.