No se puede decir que la violencia haya disminuido en Irak después de que Estados Unidos traspasase formalmente el poder al Gobierno iraquí. Un día sí y otro también, la resistencia comete atentados contra los norteamericanos y contra los iraquís progubernamentales.

Ante la sensación de que hay una situación-trampa indefinida y de que se están gestando los elementos que suelen conducir a una guerra civil, va desmoronándose la solidez de la coalición de 36 países que Washington reunió, para salvar las apariencias, en torno a su Ejército. A la retirada de España (1.340 soldados) se han sumado ya las de Honduras (370), República Dominicana (300) y Nicaragua (115); inician ahora el repliegue Tailandia (450), Filipinas (51) y Noruega (155), y se plantean hacerla en septiembre Holanda (1.350) y Polonia (2.500).

Aunque, salvo España, Holanda y Polonia, los países que consideran que no se les ha perdido nada en Irak tienen una presencia poco significativa en número de soldados, la Casa Blanca está preocupada por las retiradas. Por imagen y porque eso quiebra su deseo es diluir el riesgo de sus propios soldados con la presencia de carne de cañón de otros países.