La gran coalición conservadora acordada en la República de Irlanda por el Fianna Fáil y el Fine Gael, más el añadido del Partido Verde que ha sustituido a los laboristas como bisagra, ha cerrado el camino a la posible llegada al puente de mando del Sinn Féin, ganador de las elecciones de febrero, pero con un número insuficiente de escaños para ahormar una coalición de Gobierno estable. La determinación demostrada por Mary Lu McDonald, líder del Sinn Féin, el partido de referencia de la comunidad católica en Irlanda del Norte pero que hasta ahora nunca se había convertido en el más votado en la República de Irlanda, preocupó al establishment a ambos lados de la frontera entre las dos Irlandas, a Londres y a Bruselas, por razones no intercambiables, pero relacionadas todas ellas con la posibilidad de alcanzar un brexit acordado. En tales inquietudes pesó tanto la historia del Sinn Féin, defensor permanente de la unificación de Irlanda, como las incógnitas que puede plantear una eventual salida a las bravas del Reino Unido de la UE.

Antes de declararse la pandemia, hubiese sido esta la única razón reseñable para una innovación tan importante en la cultura política del país como dar luz a una gran coalición entre los dos partidos herederos de los bandos que se enfrentaron durante la guerra civil tras el final del mandato británico. Pero la necesidad de disponer de una mayoría sólida y estable para afrontar los grandes retos planteados por la crisis sanitaria ha activado los resortes del pacto entre estas dos grandes formaciones. Seguramente con esta coalición de gobierno en Dublín sea posible algún tipo de transacción con el Reino Unido que incluya retoques aceptables sobre el régimen de movimientos de personas y mercancías a través de la frontera de las dos Irlandas, mientras que un Ejecutivo liderado por el Sinn Féin difícilmente hubiese aceptado ninguna solución que no fuese el mantenimiento del actual statu quo.