Por qué algunas personas muy ricas, a las que la vida les ha tratado bien, están empeñadas en una cruzada personal y de clase para desmantelar los sistemas públicos de protección social y rebajar los impuestos a los ricos? Viene a cuento esta pregunta a raíz de las declaraciones de Alfredo Sáenz, vicepresidente y consejero delegado del Banco Santander. Invitado hace una semana por el Club Financiero de Bilbao, y olvidando la vieja máxima de la discreción de los buenos banqueros, Sáenz sostuvo que "es imprescindible desmontar el Estado de bienestar europeo", y además rápidamente porque "no tenemos demasiado tiempo para hacerlo".

Sus palabras serían más honestas y creíbles si hubiese defendido a la vez que los bancos tienen que desmantelar también las pensiones privadas que han concedido a sus altos directivos, y que en su caso personal, según las informaciones de prensa, se eleva a 60 millones de euros (10.000 millones de pesetas). Por otro lado, no se puede olvidar que algunos de los altos responsables de su banco están encausados por la juez Teresa Palacios, por una cuestión relacionada con las abusivas pensiones concedidas a sus anteriores responsables, en perjuicio patrimonial de los accionistas y demás interesados en la buena marcha del banco.

ERA EVIDENTEque el patinazo tenía que ser corregido. De ahí que, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, haya tenido que salir a apagar el fuego declarando que se siente orgulloso y a favor del Estado del bienestar. Y que el propio Sáenz haya matizado posteriormente su postura.

Pero ¿se trata de un malentendido o de un desliz freudiano? Mi impresión es que ha expresado lo que íntimamente piensa. Y como él, lo piensan muchos banqueros. No debe ser casualidad que los mayores detractores y financiadores de estudios económicos sobre el sistema público de pensiones y de su reforma sean los bancos. Tienen un interés evidente en esta cuestión.

En realidad lo que estos banqueros están diciendo no es exactamente que se desmantelen los sistemas de protección social, sino que dejen de ser gestionados de forma pública. Lo que a Sáez y a otros banqueros les gustaría es que el Estado nos obligase a todos los ciudadanos, querámoslo o no, a tener planes de pensiones. Pero que en vez de ser gestionados por la Seguridad Social fuésemos obligados a llevar nuestras pensiones a los bancos, para que estos nos las gestionen a su aire. Algo así como las ITV o las revisiones obligatorias del gas. Seguramente les gustaría también que el Estado nos obligase a pasar una revisión médica anual, pero que la tuviésemos que pagar de nuestro bolsillo y hacerla en clínicas privadas. Vamos, que lo que les gusta un Estado intervencionista, pero de gestión liberal.

Lo curioso es que, además, dicen formular estas propuestas de reducción del Estado del bienestar no en beneficio propio, sino en el de los más pobres y los que no tienen empleo, que de esa forma se verían beneficiados por un mejor funcionamiento de la economía. La idea es que el menor crecimiento de la UE está relacionado con el mayor coste del Estado del bienestar europeo en relación con EEUU y el Sureste Asiático. Es algo no demostrado. Por el contrario, algunos buenos economistas, especialmente de EEUU, sostienen que el menor crecimiento de Europa se debe a las políticas monetarias restrictivas y a las políticas de estabilidad presupuestaria mantenidas en estos últimos 10 años y que han llevado a la anorexia a la economía europea.

EN CUALQUIERcaso, es conveniente no perder de vista que el Estado de bienestar ha sido la mayor innovación social que trajo el siglo XX en Europa. Creado después de las lecciones aprendidas tras dos guerras mundiales, fue un motor básico del crecimiento económico y bienestar social europeo de los últimos 50 años. Y, con los necesarios ajustes a la situación actual, derivados en parte del extraordinario alargamiento de la esperanza de vida, continuará siendo un elemento indispensable para ayudar a la gente a enfrentarse a los riesgos y desafíos que traen los nuevos cambios tecnológicos y la globalización. Y más allá de sus efectos sobre la eficiencia económica, el Estado del bienestar ha permitido a la sociedad europea ser más igualitaria y más sana que la norteamericana. Y esta mayor equidad debe ser tenida en cuenta.

Permítanme, por último, hacer una observación. Algunos sindicalistas han acusado a Sáenz de ser un "hooligan del liberalismo". Pero no es eso. He de romper una lanza a favor del buen liberalismo y defenderlo de algunos de sus más fundamentalistas e interesados partidarios. Porque lo que defienden no es el liberalismo, sino un capitalismo de amiguetes, cuando no de rapiña. Se trata, simplemente, de la codicia de los ricos. Y como es sabido, la codicia siempre acaba rompiendo el saco.

*Catedrático de Política Económica