Estos días de relativa paz política, y de escasez de asuntos de esa naturaleza, un curso de verano ha invitado a participar a los jefes de gobiernos autonómicos vasco y catalán, Ibarretxe y Maragall. La intervenmción de ambos ha venido a agitar las aguas en materia tan sensible y a reforzar la tesis de quienes sostienen que caminan juntos , que tienen entre sí un altísimo grado de comprensión y que se ayudan mutuamente a conseguir una revisión estatutaria incluso más allá de lo que a todas las restantes autonomías parece aceptable y asumible. Ibarretxe ha reclamado valentía y coraje político a Zapatero para que no ponga obstáculos a su plan soberanista. El segundo ha advertido que, se quiera o no, antes o después, prosperará una euroregión vasca, constituida por la Vasconia francesa, el País Vasco y Navarra. Ha reclamado el apoyo clave de su correligionario Chaves con su gran comunidad andaluza. Y sobre su propia comunidad, ha insistido en su estribillo de que Cataluña es nacionalidad histórica, pero ha ido algo más lejos: él y otros catalanes no aceptarían de buen grado que la Constitución no asuma esa reclamación.

Es decir, que un cuarto de siglo de autonomías o de Estado autonómico, no solamente ha servido para incrementar la conciencia regional de las comunidades que apenas tenían tal mentalidad. Además, ese largo tiempo de vigencia de la Constitución tampoco ha aplacado los deseos intolerantes de algunos dirigentes políticos de las regiones que accedieron a regímenes autonómicos durante el tiempo de la República española.

Por su parte, Ibarretxe insiste también en la condición de región histórica que debe reconocerse a Euskadi. Llega a proclamar que tiene unos derechos históricos que vienen a ser su propia Carta Magna, su propia Constitución, y por ello no ve sentido que se pretenda incorporar a Euskadi como una región más.

De manera que el debate autonómico o territorial vuelve a ser, como tantas veces en los últimos años, una insoportable rutina. Pudo pensarse que la generalización de los autogobiernos regionales y que la ampliación de las competencias autonómicas y la integración de España en la Europa de nueve, doce, quince, veinticinco Naciones Estado, disolvería esa preocupación de los catecismos nacionalistas. Pero resulta evidente que no es así, por más que aburran al personal.

*Periodista