Desde que se publicó el libro titulado Manual de Resistencia en el que el actual presidente del Gobierno aparece como autor, a pesar de haberlo redactado la periodista Irene Lozano, en las redes sociales han aparecido miles de comentarios jocosos acerca de la primera decisión política que el señor Sánchez confiesa haber tomado: cambiar el colchón de la cama donde había dormido el anterior presidente del gobierno para, de ese modo, mantener su criterio alejado del de su predecesor. El criterio científico en el que se basa para haber tomado esa trascendental decisión política es el refrán que dice que «dos personas que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión». Asimismo, han aparecido en una buena parte de diarios una amplia relación de disparates contenidos en el libro, tales como citas mal hechas y datos históricos falsos.

Quienes siguieron de cerca los análisis efectuados por diversos expertos sobre la tesis doctoral del señor Sánchez, se habrán percatado fácilmente de que las críticas que se hicieron a aquel libro son extensibles a este otro: falsa autoría, plagios, citas mal hechas, etc. Por lo tanto, no creo que merezca la pena abundar en esas críticas. En cambio, me parece muy pertinente comentar el dato del cambio del colchón. No en sentido jocoso, tal y como lo han hecho la mayoría de los analistas, sino en un tono muy serio.

Cuando leí los primeros comentarios sobre el tema del colchón, me pareció increíble que un presidente de gobierno pudiera afirmar en un libro autobiográfico que «la primera decisión de un presidente de gobierno suele tenerse por crucial» y que a continuación expusiera que su primera decisión fue cambiar el colchón donde había dormido su predecesor. O dicho de otra forma: no podía entender que el señor Sánchez quisiera pasar a la Historia por esa crucial decisión. Por consiguiente, dudé de que fuera verdad lo que decían los internautas en las redes sociales. Sin embargo, hoy me consta fehacientemente que esos comentaristas no mintieron. Todavía no he leído el libro, pero he visto fotocopias autentificadas de la página en la que el señor Sánchez afirma literalmente que esa fue su primera decisión política nada más convertirse en presidente del Gobierno.

Mi primera impresión al comprobar la veracidad de esa confesión fue pensar que hemos tenido estos últimos nueve meses un presidente de gobierno cuya mayor virtud no es la resistencia sino la estulticia. En cambio, a medida que he reflexionado más profundamente sobre el tema he llegado a la conclusión de que esa primera medida política es típica de los políticos con ideología nazi. ¿Quiere ello decir que el señor Pedro Sánchez es un político de ideología nazi? Yo creo que la respuesta a esa inquietante pregunta tiene que ser negativa. Sin embargo, tal y como veremos a continuación, es un comportamiento político que, desde un punto de vista simbólico, se corresponde milimétricamente con el de los dirigentes nazis.

Todo el mundo sabe que los dirigentes nazis no se conformaron con robar, torturar y asesinar a millones de inocentes judíos. En todos los casos, lo primero que hacían los policías nazis a los judíos capturados, antes de someterlos a vejatorias torturas, era purificar sus cuerpos, sus ropas y sus casas utilizando multitud de productos químicos mezclados en el agua de las duchas, o a veces sometiéndoles al efecto directo de ese tipo de productos. Es evidente que lo que pretendían los nazis con esas acciones vejatorias no era limpiar de inmundicia los cuerpos y pertenencias de los judíos, sino llevar a cabo un ritual que simbólicamente los liberara del gran pecado que supone pertenecer al judaísmo.

Hace pocos días hicieron exactamente lo mismo los dirigentes independentistas catalanes en el pueblo donde nació el fugitivo Puigdemont. Un domingo del mes de febrero apareció en la plaza de ese pueblo la señora Arrimadas con un grupo de militantes de Ciudadanos para arrancar los lazos amarillos que representan el supremacismo de esos independentistas catalanes. Como es lógico, no pudieron gasearlos tal y como hacían los nazis con los judíos, pero al día siguiente el señor alcalde dio orden a las brigadas municipales de la limpieza pública para que purificaran la plaza donde había estado ese grupo de malvados españolistas, mediante el uso de productos químicos a presión. El problema para la corporación municipal de ese pueblo gerundense no era lo que habían dicho o hecho la señora Arrimadas y su grupo de seguidores. El verdadero problema consistía en que si no llevaban a cabo esa acción de limpieza simbólica podía ser contaminada toda la población, ya que «cuando dos personas duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión».

Ya he dicho antes que esa acción de cambiar el colchón por parte del actual presidente del gobierno no es una condición suficiente para poder afirmar que comparte la ideología nazi. Sin embargo, sí me parece un indicador válido y fiable de que esa acción del señor Pedro Sánchez es un símbolo claro de una actitud nazi. Quizás no de forma consciente, pero sí de forma subconsciente. Por ello, me parece que es un grave error analizar dicho comportamiento valiéndose de comentarios jocosos y chascarrillos.

*Catedrático jubilado. Universidad Zaragoza