Vuelve a las pantallas la comedia española, de la mano de Fernando Colomo. Antes de la quema, ambientada en Cádiz, cuna del ingenio e inmejorable marco para una película de risa. Siéndolo, en mayor medida que comedia, esta última entrega de un Colomo devoto más que nunca a la fe comercial, pues todo en Antes de la quema está pensado para arrancar la risa o al menos la sonrisa del espectador. Así, los actores se plantan y desjarretan ante la cámara con toda clase de chistes y tics, andalucean, chirigotean y carnavalean, y hasta lucen argot gadita, el que se chamulla en La Caleta y en la plaza del Tío de la Tiza, comiéndose las sílabas y hasta palabras enteras de las frases de este guión de serie televisiva, o de película de risa, más que de alta comedia.

El fuerte, por destacar algo, descansa en los personajes, trazados en la estela clásica de una serie de tipos tantas veces repetidos, por exitosos. La cámara nos introduce en el modesto piso de una familia gaditana del barrio de La Viña. La madre, drogota, con el cerebro hecho fosfatina. El padre, segurata, muerto en acto de servicio. La niña en el talego, por trapicheo. Y el muchacho, el prota, buscando trabajo, por una parte, y por otra inspiración para los estribillos de su comparsa, que está a punto de concursar en el Teatro Falla... Traficantes, puteros, delincuentes y policías y seguratas pasmados completan el elenco de un disparate argumental sin otra expectativa que el advenimiento de un nuevo gag de El Tuti, La Meme o El Gallego... un poco esos tipos recurrentes que al guionista le sirven como bastones donde apoyar su invisible entramado de causas y efectos.

Una película de risa que hará llorar a los andaluces, particularmente a los gaditanos que crean, porque la conocen, que su tierra es algo más y que merece mejor reflejo que la imagen de granujas, pícaros y buscavidas que les atribuye Colomo, sin que asomen en su obra otras virtudes, méritos, grandezas o características de una ciudad y de una gente que valen bastante más.

Sería un poco como si a los aragoneses nos representaran de maños, comiendo caracoles, bebiendo garnacha, arrancándonos por jotas y contando chistes de pueblo.