¡Adiós a las vacaciones, bienvenidos de nuevo a las aulas! Reencuentro con los viejos amigos, alguna cara nueva, la mochila cargada de ilusiones; intercambio de vivencia estivales y ruptura con lo que ha sido solo un paréntesis, maravilloso, eso sí, en la rutina escolar. Torna el quehacer cotidiano, aunque con nuevo material y libros; vuelven también las visitas al comedor escolar para muchos alumnos, un tercio de los cuales está abocado a la obesidad infantil. El exceso de peso supone un grave riesgo para la salud, pues está claramente relacionado con múltiples dolencias y, además, interfiere negativamente con muchas terapias, complicando incluso la sanación. Dieta y ejercicio físico resultan así los mejores garantes de una evolución satisfactoria de niños y adolescentes en su camino hacia adultos sanos.

En la faz oculta de los hábitos alimenticios saludables, destacan el exceso de azúcar e hidratos de carbono simples, tan presentes en refrescos, dulces y bollería, e insidiosamente ocultos en la comida precocinada junto con las grasas trans. Por el contrario continúan resaltándose los beneficios de la dieta mediterránea, con abundancia de frutas (a pesar de la fructosa), verduras y legumbres, junto a la amplia presencia de grasas no saturadas. Por algo será que la esperanza de vida en España figura entre las mayores del planeta. Que lo siga siendo dependerá en gran medida de que no se pierdan esas buenas prácticas, pero, mientras que el deporte está muy bien implantado en el ámbito escolar, no todos los comedores se aproximan a esa dieta ideal que conduce a tan halagüeño porvenir. Si, además, se primase el recurso a los productos locales frescos, también agricultores, ganaderos y, por tanto, nuestra frágil economía saldrían reforzados.

*Escritora