Es posible que dentro de un tiempo, no sé si largo o corto, fatigado de política y de políticos, triste de la tristeza que soporta un diputado de provincias en Madrid --más que un viudo sin hijos-- dejaré de escribir estas cosas bajo el epígrafe de Metro Sevilla , la estación que semanalmente utilizo varias veces, por la de Puerta del Carmen, es decir, por el sueño venidero de un metro que atraviese esta vieja Sansueña --hay que arrebatarles ese nombre de libertad a los del Opus-- y que significará el principio del fin de la vieja Albaida, el sueño árabe de los taifas, y marcará el nacimiento de esta gran megápolis que todos los visionarios sueñan: desde Logroño hasta Tortosa. ¡Qué barbaridad!

Mientras todo esto sucede uno, con los ojos redondos como, escucha las declaraciones de peperos baturros que reivindican agua para todos en esquilmadas manifestaciones partidistas y partidarias. Todo es como una película en blanco y negro donde los cómicos son perseguidos por la policía hasta que los cómicos comienzan a perseguir a los bigotudos guardias de la porra. Hay que oírlos a ellos que desolaron culturalmente esta tierra, reivindicar ahora todo. Déjennos salir del agujero donde nos metieron y cuando el aire se limpie --olía a sacristía y a hipócritas jovencitos y jovencitas-- volveremos a conversar; y eso que los que ahora pilotan tampoco son la crema de la crema. Más bien tienen un cierto sabor a tocino rancio.

Todo gira de un modo transeversal y nada redondo. Es como si fuese a mala leche, en contra de la voluntad de la mayoría, dirigido todo por unos tahúres que se quieren llevar la pasta a sus cuentas corrientes aunque se lleven por delante a media humanidad. Y lo malo es que alguno de nuestros paisanos exaltan el valor moral de toda esta cuadrilla de piratas. Mejor intentar olvidar a los bufones y converger con los que realmente aman la vida, el paisaje, el país, sus ciudades y las gentes. Los que no estén de acuerdo que se exilien, como ha hecho Aznar:

--Pero este no se ha exiliado.

--Más le hubiese valido.

Quizás esta nostalgia sea producto del calor, del final de la Liga, de la insulsez veterana del cansancio ideológico o de haber estado comiendo con Javier Tomeo, el más desesperante ácrata de la lírica mundial.

Una anécdota del oscense: En una presentación de su última antología de cuentos --léanlo-- se habla de los nuevos Príncipes y alguien habla de cuando Leticia le hizo al contertulio una entrevista y Javier, con su despiste universal, pregunta infantilmente: "¿Pero esta chica es periodista?". Y el Círculo de Bellas Artes, donde se producía el evento, estuvo a punto de hundirse para siempre.

Gracias a estos chispazos la vida merece vivirse.