Tiene razón el rector de la UZ al pedir más recursos, más dinero. Y quizá más autonomía. Y que le hagan más caso desde el Gobierno de Aragón. Pero ha tenido que saltar la noticia de que le dan permiso a una universidad privada para que el rector saliera a escena y dijera, más o menos, lo que tenía que decir y se venía guardando no se sabe hasta cuándo o para qué. La discrección a veces es letal. Si hay que montar un pollo se monta, y si hay que dimitir se presenta la dimisión. A fin de cuentas, el rector es uno de los pocos cargos que dependen del GA que se ha presentado a unas elecciones, su legitimidad no baja en cascada en una herencia de nombramientos y designaciones en vertical, que en definitiva vienen de unas elecciones más o menos remotas. Las elecciones siempre dan un respaldo extra. Por eso no se entiende que el malestar de la UZ, que ya venía runruneando larvadamente desde hace tiempo, se haya manifestado al obtener luz verde el proyecto de una privada que lleva años rellenando papeles y pegando las pólizas correspondientes. La competencia es la base del sistema (excepto farmacias, estancos, loterías, etc), pero nadie la quiere para si. La competencia es la salud del sistema, siempre que afecte a los demás sectores. Que no te la pongan enfrente. En este caso, sólo con obtener el visto bueno, el papeleo previo, la privada ya ha cosechado su primer éxito para el sistema: hacer de revulsivo para que saltara la pública, servir de espoleta para que detonara ese difuso malestar que si no se concreta, si no se explicita, se va pudriendo y nunca llega a nada. Y también va sirviendo para que la pública, la de todos, la de siempre, a la que hay que proteger, mimar y espolear, haya pegado un respingo. Este estímulo va a hacer que esas carreras que llevan diez años empantanadas, esperando la monserga de la convergencia con Europa, salgan echando virutas. Al menos los expedientes ya han cambiado de cajón. Porque retrasar la puesta en marcha de estudios que tienen mucha demanda alegando la convergencia con la UE es una excusa demasiado cómoda. Sabemos que la convergencia no termina nunca, que ya no va haber nunca más planes cerrados, que cada día hemos de esperar un sobresalto. Pues hay que ir haciendo, convergiendo, etc. También los municipios que han ofrecido suelo a la privada, que no puede instalarse en todos, pueden ofrecer a la pública.

*Escritor y periodista