Vivo en Zaragoza y suelo pasear diariamente con mi esposa por sus calles. Procuramos hacerlo por todos los barrios, lo que nos permite observar Zaragozas muy diferentes. No es lo mismo el Centro que Las Fuentes, Torrero o el Barrio Oliver. ¿Conocemos los zaragozanos todas las Zaragozas? Y observamos con profunda tristeza en todos los barrios, el cierre continuo de muchos pequeños comercios. El paisaje urbano es dramático en muchas de sus calles, como Hernán Cortes, Gran Vía, avenida Madrid, Compromiso de Caspe, Salvador Minguijón, Italia, García Sánchez… En esta última he contado 33 locales cerrados, en algunos cuelga el anuncio «Se alquila» o «Se vende», en otros sin anuncio alguno, todo un síntoma, porque sus dueños ya han debido renunciar a ponerlos en servicio. Y menos mal que muchos locales los tienen los chinos para la hostelería o tiendas de Todo a 100; los pakistaníes para fruterías o los marroquíes para peluquerías… En la misma línea, el pasado mayo este mismo periódico publicó un reportaje firmado por Rubén López con el título La capital aragonesa tiene más de 1.800 locales vacíos; el subtítulo era igualmente muy explícito Más de la mitad no están en el mercado al carecer de carteles de ‘Se alquila’ o ‘Se vende’. Delicias, San José, Las Fuentes y el Centro son las zonas más afectadas con 975 negocios cerrados. Realmente la crisis ha sido muy dura con el pequeño comercio, el comercio de proximidad que da vida a las calles y a los barrios. Las razones de esta crisis son sobre todo: la crisis económica, la venta por internet y la expansión incontrolada de las grandes superficies, que han supuesto grandes pelotazos urbanísticos. Expansión que sigue a pesar de que Zaragoza ya está supersaturada, lo que ha supuesto el cierre de algunas de ellas, como Plaza. La presencia de los manteros que venden bolsos, gafas, zapatillas o gorras de mala calidad, por mucho que algunos se empecinen tiene una escasa incidencia. Lo que no quita que al ser una venta ilegal deba ser prohibida.

Deberíamos tener en cuenta que para las multinacionales ubicadas en las grandes superficies, a las que acudimos en el Black Friday, en Navidad, o en las rebajas obsesionados por comprar, como si nos fuera la vida en ello, su objetivo fundamental y casi exclusivo es el beneficio para los accionistas, aunque ello suponga abusar de proveedores imponiéndoles unas condiciones draconianas; de trabajadores de países subdesarrollados que nos recuerdan la Inglaterra de Dickens y de los de aquí con condiciones muy precarias, como trabajo por horas, en festivos y con sueldos escasos; de los consumidores que abandonados quedan desatendidos por la escasez de personal -¡Qué difícil es encontrar a un dependiente para hacerle una consulta!- y la obligatoriedad de aguantar largas filas ante la caja; de la sociedad en su conjunto por la elusión o evasión fiscales; y, a veces, también por el escaso respeto medioambiental. Así mismo que la venta desde internet por parte de webs de todo tipo y de grandes empresas de la distribución como la norteamericana Amazon y la china Alí Babá, a cuyos trabajadores explotan brutalmente y que por ello están en huelga, tienen sus centrales en Luxemburgo, Irlanda, Reino Unido o Gibraltar donde pagan impuestos ridículos. ¿Somos conscientes que los impuestos pagados aquí, sirven para financiar la enseñanza, la sanidad, la dependencia, el desempleo, las pensiones de aquí? Creo que como lo sabemos, deberíamos obrar en consecuencia, si tuviéramos una conciencia fiscal.

En contrapartida, el comercio de proximidad realiza una función social muy importante. Un simple ejemplo. Cada vez hay más gente mayor, que vive sola y necesita comprar cerca de casa. Por otra parte, ¿Queremos ser protagonistas en nuestra ciudad? ¿O preferimos que nos manden desde muy lejos? Crea más y mejores puestos de trabajo, y además, insisto, paga sus impuestos aquí. Según los últimos datos de la Oferta Comercial de Zaragoza hay censados 7.200 pequeños comercios, si como media de trabajadores/as es de dos por comercio, hay 14.000 puestos de trabajo. ¿Nuestros barrios los queremos con sus calles más transitadas y más llenas de vida, más iluminadas al atardecer, más seguras? Seguro que sí.

En base a lo expuesto creo que hay motivos suficientes para que nosotros como consumidores hagamos un ejercicio de profunda reflexión y modifiquemos nuestros hábitos de consumo. El mercado, como afirmaba el Premio Nobel Paul Samuelson, funciona con «votos monetarios»: los que tienen dinero y están dispuestos a comprar determinan lo que se ha de producir y los ingresos de los ofertantes. Los consumidores no somos conscientes del enorme poder que tenemos en nuestras manos. Mandamos mucho, de la dirección que tomen nuestros votos monetarios dependen muchas cosas. Desde cambios en nuestro entorno más cercano hasta lo que se produce en fábricas distantes a miles de kilómetros.

En nuestra decisión de comprar es lógico que tengamos en cuenta diferentes factores: el precio, la comodidad, calidad y el trato humano. A veces olvidamos que el precio es una condición necesaria en toda decisión, sí, pero no suficiente. Por ello, si tenemos en cuenta todos los factores, por responsabilidad ciudadana, si sentimos y queremos de verdad nuestra ciudad, está claro de qué lado se debería inclinar la balanza.

*Profesor de instituto