En la escuela de verano del PP, el vicesecretario de Organización, Carlos Floriano, tuvo encendidas críticas hacia el "populismo" bolivariano que atribuyen a Podemos, el capacico de todas las hostias con el que unos y otros se obsesionan desde finales de mayo. La secretaria general, Dolores de Cospedal, volvió a insistir en la siguiente entrega añadiendo la recomendación de que la sociedad no se deje "engañar" por la propuesta, reconociendo implícitamente la atracción social y el tirón político de la misma. Una advertencia a la bondad y credulidad de los votantes que no ejerció desde su pupitre cuando tuvo la oportunidad de hacerlo sobre el programa que la llevó al poder y al que se dio la vuelta como un calcetín en cuanto terminó el recuento de sufragios. Por lo visto, el populismo de los demás se combate con la crudeza y sinceridad de las acciones propias, como la anunciada por su vicesecretario, proponiendo a los cargos populares firmar ante los ciudadanos un compromiso anticorrupción, prueba de que su conducta será intachable. ¿Alguien que se quiere dedicar a la cosa pública necesita firmar que no hará lo que las leyes impiden hacer? ¿No es bastante con la vigencia del Código Penal y la voluntad de aplicarlo? A lo sumo, esa muestra de pretendida transparencia serviría de justificante para despedir al potencial transgresor por incumplimiento de contrato. Y sin indemnización en diferido, que aquellos tiempos de sana confianza sin rúbricas por objetivos son del pasado, cuando no había populismos. Periodista