El problema de las noticias falsas, fake news, posverdades, rumores malintencionados y toda la comunicación tóxica que corre por internet no radica tanto en el origen de bolas y bulos como en la capacidad para creérselos que muestra una sociedad de analfabetos funcionales. De ahí que sucedan cosas tan significativas como que miles de opinadores espontáneos se adhieran a la tesis de que Sánchez se ha hecho presidente del Gobierno sin pasar por las urnas, mediante algún tipo de golpe de mano. No poca gente parece pensar que la jefatura del Ejecutivo se decide por votación directa (en vez de quedar sometida a la voluntad mayoritaria del Congreso de los Diputados)... o que nuestro sistema electoral es mayoritario (en vez de proporcional corregido).

Ayer, el president Quim Torra tronaba contra las declaraciones hechas en La Sexta por el ministro de Exteriores, Josep Borrell, el cual, sin embargo, estuvo medido, amable y muy desdramatizador en la entrevista que le hizo Ana Pastor. Llamó a evitar un conflicto civil en Cataluña. ¿Qué tiene eso de malo?... Pero es que la opinión independentista se construye mediante tremendismos y descalificaciones del adversario.

Si no hubiese personas dispuestas a comulgar con ruedas de molino y a tragarse cualquier argumentario demagógico, las reacciones xenófobas y racistas que provocará la decisión de Sánchez de desembarcar en Valencia a los seiscientos refugiados-emigrantes del Aquarius caerían en saco roto. Ni tendrían sentido los mensajes demenciales de quienes advierten que en España la ideología de género acabará arrinconando a los varones heterosexuales en no se sabe qué gulag o gueto infamante.

La idiocia (que funciona de manera transversal, pues en la izquierda exagerada cunden también la mentira y los más torcidos lugares comunes) se revela ahora como el gran enemigo de la democracia. El campo abonado para lo que suele denominarse populismo o nacional-populismo o neofascismo populista es la ignorancia. La cual, como se sabe, suele ser muy atrevida.