Es el mundo al revés. La élite del capitalismo mundial, reunida en el Foro de Davos, aplaudió el martes sin reservas al líder de la última gran potencia comunista. Xi Jinping, el presidente de China, fue recibido en el selecto cónclave suizo como la gran esperanza de un capitalismo global libre de guerras comerciales y alejado del pernicioso proteccionismo que predica Donald Trump, el hombre que en las próximas horas se convertirá en el 45º presidente de Estados Unidos.

Desde que Deng Xiaoping estableció a finales de los años setenta el pragmatismo como doctrina («No importa que el gato sea blanco o negro; mientras cace ratones será un buen gato»), China, convertida en la fábrica del mundo, ha jugado un papel esencial en el desarrollo económico mundial. Sus productos han invadido los mercados internacionales a la vez que decenas de millones de personas salían de la miseria en el gigante asiático y se incorporaban a una pujante clase media. Por eso las élites empresariales han reconocido en Davos que el Gobierno de Pekín camina en la dirección adecuada y, sin mencionarlos, han dado la espalda a los planes del próximo inquilino de la Casa Blanca. ¡Si Mao levantara la cabeza! De todos los frentes inquietantes que abre la presidencia de Trump, el que más consecuencias tendrá en la escena mundial será el de las relaciones de EEUU con China. Muchos economistas avisan de que si la nueva Administración sigue agitando el ancestral peligro amarillo para contentar a quienes han perdido su trabajo por la decadencia industrial, estaremos alimentando un monstruo. Es cierto que otra globalización es posible y que las reglas de juego para la apertura de los mercados se hicieron a favor de las multinacionales y en contra de grandes capas sociales desfavorecidas. Pero la respuesta no puede ser un proteccionismo ultra, mientras, por la puerta de atrás, se liberaliza al máximo la economía financiera, verdadera causa de la última crisis.¿Quién recibirá los aplausos en el Foro de Davos del 2018? Hagan sus apuestas. H *Periodista