El teniente de alcalde de Hacienda, Economía y Cultura de Zaragoza, Fernando Rivarés, ha declarado que los políticos deben estar cuatro años en sus puestos, ocho, a lo sumo, estableciéndose en dos legislaturas el límite a su actividad pública. Una vez transcurrido este plazo, deberían regresar a su actividad profesional con la misma naturalidad y transparencia con la que en su momento accedieron a sus cargos. No puedo estar más de acuerdo.

Una medida como esta, debidamente reglamentada, contribuiría sin duda a oxigenar la vida pública y a desparasitar las instituciones, plagadas hoy de concejales y diputados que han hecho de la política su única profesión.

Comenzando por el propio Ayuntamiento de Zaragoza y continuando con el Gobierno de Aragón, el Congreso de los Diputados, diputaciones, etcétera, se comprueba en la orla el asombroso número de ediles y diputados con más de veinte, incluso treinta, llegando algunos hasta los cuarenta años de permanencia en los mismos o similares puestos, ora gobernando, ora en la oposición, pudiéndose resumir en la mayoría de los casos sus hojas de servicio en una cuartilla, y aún sobraría espacio.

Los felices usuarios de escaños fijos son fieles militantes de sus respectivos partidos y han acreditado una extraordinaria habilidad para colocarse cada cuatro años, una y otra vez, en las listas electorales. Sus cargos y sueldos dependen de ello, de su obediencia a la fe que les sostiene, siendo la fidelidad al líder y el servicio al partido las únicas condiciones a cumplir a cambio de beneficiarse de un escaño permanente.

Para evitar la perversa apropiación del principio de representatividad y el prurito y parálisis de las instituciones, invadidas por esas garrapatas del poder, habría que modificar las actuales leyes parlamentarias y municipales y adaptarlas al más sano principio de la limitación de mandatos. Podemos, o ZeC, la plataforma política en la que milita Rivarés bien podrían poner en marcha esta iniciativa, que contaría con amplio apoyo en la opinión pública. Porque pretender seguir siendo concejal, senador, hasta el final de los tiempo democráticos es un peligro para el sistema.