Hace unos días, tres entrevistas telefónicas con tres personas, que no nos conocíamos, me dejaron una muy buena sensación. Eran jóvenes, por la voz, y los temas motivo fueron diferentes, por un lado los Cuidados Invisibles -en relación con un congreso internacional que celebramos los pasados 16 y 17 de marzo en la UZ-- y por otro acerca de las propiedades saludables del Trigo Aragón 03 respecto a un programa en fase de preparación para televisión.

Las entrevistas fueron largas para una breve exposición de menos de cinco minutos. Sé que es práctica habitual de los buenos periodistas, enterarse bien de que va el tema para hacer luego una buenas selección de frases. Sin embargo, me llamó la atención de las preguntas que realizaban, el interés por profundizar, tanto es así que, a uno de ellos, le invité a participar en un taller postcongreso sobre Autocuidados con-ciencia.

Hasta aquí, el lector puede pensar que todo está dentro de lo normal, que he tenido buena suerte y ya está. Sin embargo, yo tengo un recuerdo tan bueno, que me ha llevado a escribir esta reflexión sobre la Conciencia Social y, a compartirlo con los lectores. Con frecuencia se tiende a decir que los jóvenes de ahora no son como los de antes. Que andan muy despistados, que deberían trabajar y/o estudiar más, que tienen poco interés, que solo piensan en divertirse… y todo un conjunto de expresiones que se suelen decir en el entorno de personas mayores. No es raro que alguna de estas expresiones aparezcan entre las conversaciones del profesorado universitario al que pertenezco. ¿Cuál es mi opinión de veterana profesora? Tiendo a estar en el lado de los que discrepamos con ese tópico, de que “los jóvenes de antes eran mejores que los de ahora”. Y aquí viene el termino de la Conciencia Social que me parece que es lo relevante como sociedad. Y la pregunta que me hago muchos días es: ¿Seremos los seres humanos capaces de responder a los retos que nos plantea la sociedad? Más concretamente ¿Será la gente joven capaz de afrontar los cambios que prevén? Obviamente la percepción del mundo suele variar entre las edades dispares y como se suele decir, la experiencia es un grado, pero no siempre.

Son muchos los retos y los interrogantes avalados por las ciencias experimentales, pero con frecuencia nos olvidamos de la ciencias humanas y sociales. Ambas construyen la Conciencia Social, pero más las segundas, ya que las primeras se ven como las tecnológicas, competitivas y de alta producción. Y voy a tratar de explicarme: Una persona se forma en el entorno de la familia, la escuela y su entorno socio-cultural, hoy muy ampliado, este último con el acceso a las técnicas de información y comunicación, televisión, cine y redes sociales, en una sociedad globalizada. La construcción del “si mismo” y de lo social (de los mapas cerebrales de Antonio Damasio), comienzan a los tres años y aquí se sientan las primeras bases de cada persona, que se crean a partir de emociones y sentimientos; es necesario un entorno afectivo familiar, que continúa hasta la pubertad y adolescencia, cuando no más tarde según el entorno social. Este entorno es muy importante y para ello requiere una estabilidad de necesidades básicas cubiertas: casa, alimentación, relación familiar básicamente feliz... Solo en nuestro entorno de país avanzado sabemos que un tercio de los niños en la última década, se han criado en familias «desestructuradas» desahuciadas y/o sin trabajo y/o sin control; niños y niñas expuestos a redes sociales, nutridos gracias a los bancos de alimentos y comedores sociales… no es gratuito que aumente la agresividad infantil y los embarazos de menos de edad. ¿Cuál es su conciencia social?

Los niños y niñas, incluso en el sector excluido, irán a la escuela y seguirán desarrollándose como personas. Y dado el ambiente social dominante, aprenderán muchas cosas, mucha nueva tecnología y con suerte hasta podrán hacer carrera. Ahora bien, los valores aprendidos o no en la familia, se irán desarrollando en función del ambiente escolar, elegido o no por los padres. Así temas como el respeto, la tolerancia, la cooperación, la compasión, la igualdad de oportunidades incluida la igualdad de género, el respeto por la naturaleza, el disfrutar con la música, la lectura, el teatro, el canto, la solidaridad y como encontrar la felicidad deseada por toda persona, estarán, o no estarán, en el guión de los programas de enseñanza; ¿Y en el relato del profesorado? ¿Y en los libros de texto? ¿Vídeos, películas….? Cada persona va decidiendo lo que quiere ser: Consciente, coherente, ética, valiente, innovadora, arriesgada, cooperativa o solo competitiva, solidaria… o simplemente se acomoda al entorno del sentido común. “Es una locura morder la mano que te alimenta” dice John Berger y añade “pero sólo es una locura hasta el momento en que te das cuenta de que podrías estar mejor alimentado”. Para terminar, soy consciente de que hecho preguntas y que dejo sin responder la mayoría. Quiero acabar de forma optimista, los jóvenes periodistas con los que hablé por teléfono, me dejaron un sabor muy grato, porque profundizaban en temas como lo cuidados, el autocuidado, el cultivo ecológico de una semilla antigua, su valor actual creciente, compartíamos la emoción de estar trabajando por algo útil para todos y con valor. Y también reconocían el valor de la experiencia. Diría que, disfrutamos del tiempo de la entrevista sin mirar el reloj. Ellos y ellas, como la mayoría de mi alumnado de Enfermería, sí tienen Conciencia Social. Mi agradecimiento a los compañeros de Aragón radio, Aragón televisión y Radio Ebro.

*Profesora de la Universidad de Zaragoza cgerman@unizar.es