"Me acaba de llegar el papel del juzgado. Me condenan a seis meses de cárcel y a otras dos penas más. A mí y al resto. Pero todas han sido suspendidas". El tuit se escribe de noche. Se publica y se replica enseguida. Un gesto de valentía. Uno más. La fotógrafa iraní Reihane Taravati explica para quien quiera leer que ya conoce de primera mano algo que los medios adelantaron hace días. Que ella y el resto de jóvenes que bailaron al son del Happy de Pharrell Williams por las calles de Teherán pagarán por lo que han hecho. Es cierto que no será de esa manera salvaje. Pero las autoridades iranís advierten de que deberán dejar de practicar malas conductas. Y entre ellas, por supuesto, está bailar. En los próximos tres años. Tres años para mantener la felicidad a raya. Amnistía Internacional califica de ridículo el resultado de todo esto, al tiempo que se felicita de que la cosa no haya ido a más. Pero recuerda que los jóvenes son igualmente declarados culpables y considerados delincuentes "simplemente por hacer un vídeo musical que celebra la felicidad". El desafío de la felicidad ha condenado también a otra joven, en este caso de origen británico. El pecado de Ghoncheh Ghavami, de 25 años, no fue bailar en los tejados. Fue ir a presenciar un partido de voleibol masculino. Las mujeres tienen prohibido pisar los estadios desde hace años. Y en realidad ella se había sumado a una protesta que tenía lugar en los alrededores de donde se disputaba el partido. Lleva más de tres meses en prisión.No se han presentado todavía cargos contra ella, pero la denuncia que recoge Amnistía dice que la joven será acusada de propaganda contra el régimen, delito que puede mantenerla entre rejas durante varios años. Hace dos días, la periodista de la CNN Cristiane Amanpour entrevistó al presidente de Irán en Nueva York durante su participación en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Le preguntó por todos estos asuntos. Y al final Hasan Rohani tuvo que reconocer, por ejemplo, que en su país, a pesar de lo que él llama progresos, no hay acceso libre a algo tan "peligroso" como Twitter. Él sí tiene cuenta en esa red social. Incluso, como contamos aquí, escribió sobre los jóvenes que bailaban, en un claro guiño en contra de la condena. Antes de enviar el texto vuelvo a mirar la cuenta de la fotógrafa iraní condenada a no ser feliz o a no mostrarlo. No ha vuelto a escribir nada en la última jornada. Silencio. Queda una foto de ella misma contemplando la noche. Periodista