El PSOE abrió ayer un congreso cuyo principal riesgo es la autosatisfacción. El equipo de Zapatero, que, con José Blanco como principal apoyo, tomó las riendas del partido cuando Aznar acababa de lograr mayoría absoluta en el Parlamento, en sólo cuatro años ha devuelto la moral a los socialistas y se ha apuntado sendas victorias consecutivas en las elecciones municipales, las legislativas y las europeas.

Los socialistas dicen ser la fuerza política que, por su propia pluralidad, representa mejor la compleja realidad de España. Esa verdad les obliga precisamente a superar el segundo riesgo de este congreso: no entender que es la heterogeneidad progresista de este país la que les ha aupado de nuevo a la Moncloa. Por eso es trascendente su actitud respecto del modelo del Estado, y por eso también no es cuestión menor el nivel de representación que tenga en su dirección la sensibilidad del socialismo aragonés. Salvo sorpresas, la consejera de Educación del Gobierno de Aragón, Eva Almunia, será la voz de los socialistas aragoneses en la nueva ejecutiva. La pasa el testigo Marcelino Iglesias, que formará parte del consejo que agrupa a todos los varones del PSOE. La doble presencia en la dirección debe ser un buen referente.