La pandemia está lejos de terminar. La crisis sanitaria del virus con corona pronostica que nuestra vida seguirá siendo más incierta pero con más pobreza, más polarización y más injusticia social que nunca. Habrá vacuna más pronto que tarde pero la onda expansiva del virus perdurará.

España se convertirá en un erial en los próximos meses después de bajadas del PIB tan dramáticas como históricas, lo que provocará el cierre definitivo de miles de empresas. Y dejará a la clase media agonizando.

Ni «saldremos más fuertes» que pregona Sánchez ni sirve el mantra monclovita «no dejaremos a nadie atrás». Esto es más real que un eslogan político como si fuera un anuncio de Pepsi.

El país vive una situación tan excepcional como agónica. Tanto la polarización parlamentaria debido a la ineficacia de la clase política en labrar un discurso ponderado; la irresponsabilidad en la gestión de un Gobierno aislado del pragmatismo económico que no fue diseñado para la mayor crisis del siglo; o la ausencia de una cogobernanza que ahonde en el federalismo simétrico necesario.

Y esto potencia el cóctel perfecto para perpetuar la conjura del populismo. Desde la izquierda populista --ya institucionalizada en el Gobierno de Sánchez con sus redes clientelares-- y la extrema derecha mantícora que alardea con incendiar las calles por la irrelevancia del Congreso --de la crisis migratoria de Canarias al interés por el nacionalismo industrial--.

Los dos lados del populismo, con nuestro aderezo cañí en forma de nacionalismo excluyente que busca demoler el sistema que le da cobijo, nos incapacita para dar respuestas sólidas a la crisis actual.

No existen reformas estructurales, no se propone un equilibrio fiscal moderno y atrevido, e incluso se insiste en dinamitar la productividad privada de un país que parece, al tenor de las políticas del Gobierno sanchista , que el único objetivo que tiene es chupar de la ubre del Estado hasta el final.

El erial que será España es el mejor terreno para las fauces del populismo en sus dos vertientes ideológicas. Ni Iglesias tiene ningún interés en contribuir a la estabilidad con un Sánchez maniatado a los nacionalismos, ni el PSOE pretende distanciarse de la agenda de Podemos, ni el PP se aleja del marco tan correcto e institucional sin atraer moderación electoral, ni Vox deja de alimentar a la legión con mensajes proteccionistas o tradicionalistas que lanza desde la calle o las redes.