La consejera de Sanidad del Gobierno de Aragón, Pilar Ventura, no pudo aguantar el pulso al que le retó desde el pasado viernes todo el sector sanitario de la comunidad, especialmente los sindicatos y los colegios profesionales. Ayer presentó su dimisión irrevocable al presidente Lambán con lo que se cierra una etapa de un año y nueve meses al frente de la consejería en la que, ciertamente, no ha sido capaz de tender los puentes necesarios entre los profesionales del sector y la consejería. Porque el vaso que ha colmado la paciencia de todos ellos fueron las desafortunadas palabras pronunciadas en sede parlamentaria en las que decía que a los sanitarios les estimulaba hacerse trajes de protección. Pero la presión sanitaria a Ventura viene de atrás. En vísperas de las elecciones autonómicas del año pasado la consejera tuvo que hacer frente a un plante de anestesistas y a quince días de los comicios soportó una huelga. Luego vino el déficit de médicos y la crisis del coronavirus con la falta de material de protección para los sanitarios, los problemas con el alojamiento de ellos y la ausencia de diálogo total con sindicatos y colegios profesionales. Ha sido, pues, un largo pulso que ha terminado con la falta de respeto que tuvo con los trabajadores y que no pudo arreglar con unas escuetas disculpas.

Sin embargo, su gestión no puede ser tan errática como la ha calificado algún grupo de la oposición. En la crisis sanitaria, Aragón ha acertado bastante más que otras comunidades en su gestión y echando la vista atrás, hay que pensar que la sanidad en la comunidad es la tercera de España mejor valorada en el ránking de Defensa de la Sanidad Pública. Es más, el Gobierno de Lambán, tanto con Ventura, como con su antecesor, el consejero Sebastián Celaya (con el que ella era la número dos del departamento), ha aumentado el presupuesto en unos 400 millones, después de que el Gobierno popular de Rudi recortara 500 millones en cuatro años. Quizás es por eso que el presidente dio ayer un sorprendente apoyo (incluso comparecieron juntos, algo inusual en una dimisión de estas características) e hizo una defensa a ultranza de la ya exconsejera diciendo que nunca la hubiera destituido e incluso que duda que haya otra persona «de la altura moral, ética y con el compromiso y dedicación» de ella.

Pero Lambán tiene que hacer frente a un relevo en medio de una gran crisis, pensando en que hay que seguir librando la batalla contra el covid-19, con lo que el relevo debería ser inmediato, y teniendo en cuenta también que después hay que sanar todas las heridas que el virus y el pulso con la consejera han dejado. Es cierto que el Gobierno aragonés debe tender puentes con sindicatos y colegios profesionales sanitarios, pero también hay que tener en cuenta que no debe ser sometido el Ejecutivo a una presión para que el sector logre beneficios extraordinarios como ha ocurrido en otras ocasiones. A esta crisis sanitaria se le ha unido una económica a la que también hay que hacer frente. La sanidad aragonesa goza de buena salud aunque una pandemia como la que estamos viviendo desestabiliza todo. La sensatez y la ausencia de faltas de respeto debe ser la tónica para intentar salir bien de esta situación entre todos.