Los historiadores no han regateado esfuerzos para destacar la existencia en España de una línea política que, desde comienzos de la revolución liberal, tendió a alejarse de la derecha inmovilista y a asumir los principios esenciales del espíritu del siglo. Esa línea se ha distinguido por tres notas: una clara aceptación del otro como adversario, una decidida apuesta por la concordia como actitud y una firme voluntad de transacción como método. La primera manifestación de esta tendencia se concretó en el Partido Moderado que, durante una década del siglo XIX sentó las bases de una Administración relativamente eficaz. Desde Narváez, fueron hitos de esta tradición O´Donnell, Cánovas, Maura, Cambó y Gil-Robles. También, durante la dictadura de Franco, algún atisbo de esta tendencia puede hallarse en López-Rodó e incluso, al margen de sus exabruptos, en ciertos aspectos del mejor Fraga.

Esta semana, al escuchar retazos de la comparecencia en la comisión del 11-M de los exministros Acebes, Zaplana y De Palacio, me he cuestionado si estas gentes podrían incluirse en la honrada estirpe moderada. Centrándonos en Acebes --berroqueño, unidireccional y plano--, la respuesta ha de ser negativa: estigmatiza al adversario como enemigo, carece de espíritu de concordia y desconoce el valor de la transacción. Su máxima es simple: o conmigo o contra mí. No es conservador. Es conservaduro. En cuanto a Zaplana y De Palacio, son comparsas. Podrían decir cualquier cosa en cualquier sitio. ¿Y Rajoy? Esta es la gran cuestión.

*Notario