En primer lugar, esperar que este brote en las zonas de Bajo Cinca, como Zaidín y Caspe, se contenga lo antes posible y que estas zonas puedan regresar a la fase de nueva normalidad lo antes posible.

En cualquier caso, quisiera reflexionar sobre esta situación. De alguna manera, por las cabezas de todos y todas las personas que hemos venido trabajando en las comisiones de flujos migratorios, organizaciones sindicales, ayuntamientos, instituciones, organizaciones de productores, organizaciones agrarias etc. había pasado muchas veces. Y si se me permite, por las cabezas de algunos y algunas pasaba con mayor frecuencia, a la vista de la situación del sector del campo en muchas zonas de España, y en concreto en Aragón.

El sector del campo se nutre en las temporadas de recogida de trabajadores inmigrantes, esto no es un problema, el fútbol español también, y de forma permanente. El problema son las condiciones que han padecido siempre los y las trabajadoras de este sector, condiciones salariales, de vivienda etc. pésimas y sí, pese a las críticas a la ministra por sus declaraciones que también se criticaron por las organizaciones agrarias, en el sector del campo se han padecido y en algunos casos se siguen padeciendo condiciones rayanas a la esclavitud.

No todos. Es cierto. No quiero olvidar a una persona de una organización agraria, con la que conversaba el otro día, y me aseguraba que muchos agricultores de su organización se preocupan por encontrar viviendas dignas para sus trabajadores de temporadas. Y estoy segura que es así. Pero no todos. Y no son pocos los que ni cumplen la legalidad en materia de condiciones laborales, ni en materia civil y penal. Son muchos.

Esto podía haber seguido así eternamente: es cómodo, barato y útil contratar por debajo de convenio y del SMI, para que te salgan las cuentas, (las que inexorablemente tienen que pagar a los intermediarios, por ejemplo) y si nadie pone puertas al campo (nunca mejor dicho)… por qué cambiar y forzar una situación distinta, en la que el eslabón más débil de la cadena que es el temporero (temporeras hay menos) no pague los asuntos pendientes de un sector que es necesario cambiar. Más aún en Aragón porque nuestra economía depende en gran medida del sector agroalimentario. Pero hay que ponerse a ello, y no todo el mundo tiene el mismo interés. Y hay que empezar a cambiarlo de verdad, para todos y todas, para el pequeño agricultor, y para el trabajador por cuenta ajena, y eso no se hace con un paseíllo de tractores por el polígono Plaza. Se hace con acuerdo de las partes, económica, social y la Administración. Como en otros sectores.

A lo que iba, en esas reuniones CCOO insistíamos una y otra vez en las medidas sanitarias, en extremar en este sector, más que en otros, y he de reconocer que el Gobierno reaccionó a la petición de UGT y CCOO para convertir en norma obligacional lo que en principio fue recomendación sanitaria. Las organizaciones de productores y las agrarias se quejaron por ello, claro que también se quejaron inexplicablemente cuando limitaron al principio de la pandemia el uso de ocupantes por vehículos, o cuando el Gobierno central no permitió fletar aviones de Bulgaria.

Pero de necesitar mano de obra como el comer, y después de emitir un RD para reconvertir personas en ERTE a este sector, manteniendo sus prestaciones, así como otras medidas… Mediante este contrato, que exigía una serie de requisitos como el contrato por escrito, se han contratado en Aragón un total de 122 personas, 39 en Zaragoza de un total de más de 12.000 contrataciones en Zaragoza a fecha del mes de mayo. De repente desaparecieron las necesidades de mano de obra que tanto se demandadaba.

Claro, para eso estaban las personas sin papeles que ocuparon algunos de esos puestos. Por eso desde CCOO pedimos que se les diera permiso de residencia, para aflorar la ilegalidad, porque si son necesarios son necesarios.

Y sobre todo porque una persona que no tiene permiso de residencia, ni por tanto de trabajo, es infinitamente más vulnerable para exigir sus derechos… como persona y como trabajador.

Pero este año era un año especial, y los ayuntamientos de las comarcas han tenido «el corazón partido»; por un lado eran conscientes muchos de ellos del peligro en un momento de pandemia, con alojamientos que se ajustaban poco o nada a mínimas condiciones, pero con el covid presente aún menos.

Y eran conscientes porque había localidades que los veían dormir en las estaciones de autobuses, parques y bancos, pero también eran conscientes de la necesidad de que este año, si el tiempo lo permitía, hubiera buena cosecha. Estoy segura de que muchos de estos alcaldes y alcaldesas han vivido todo este tiempo y siguen haciéndolo con auténtica preocupación.

En cualquier caso, mi reflexión final: no echemos balones fuera, nadie de los que conocemos este sector. Trabajemos juntos por dignificarlo, con covid y sin él.

*Secretaria General de CCOO Industria en Aragón