El presidente del gobierno alardeaba ayer de su predilección por la literatura esperpéntica, lo que quizá explique su confianza en el ministro José Luis Ábalos. En una entrevista de Carlos E. Cué y José Marcos en El País el ministro de transportes y secretario de organización del PSOE aparecía como un cruce entre Torrente y un apparatchik soviético del periodo más esclerótico.

Ábalos tenía momentos especialmente vibrantes. Un parlamentario de Bildu dice que vienen a Madrid a «tumbar definitivamente el régimen», y el ministro celebra que esa formación se sienta más concernida por el país y dice que está mostrando más responsabilidad que el PP. ¿La sociedad española está lista para normalizar a Bildu?, le preguntan. Las cosas, responde, no se ven en todas partes como en el Barrio de Salamanca. Él sabe que no es ese el único distrito de España donde incomodan los pactos con cheerleaders de asesinos. Cuando hablaba de la eliminación del castellano como lengua vehicular en la ley de educación uno dudaba de si mentía o no conocía el tema, pero lo más probable es que las dos hipótesis sean ciertas. «En los territorios en los que se habla castellano, tranquilos, que nadie les va a meter otra lengua», decía. «Donde hay dos, le diré que no hace ningún daño conocer la lengua cooficial de la comunidad en la que uno vive»: nadie ha hablado de eso, sino de que no se respetan los derechos de los castellanoparlantes y se desoyen las sentencias judiciales. De hecho, lo que vemos es la imposición de un modelo monolingüe en una sociedad bilingüe.

Las respuestas contenían el habitual batiburrillo sectario, contradictorio e ilógico del género, expresado con una tosquedad notable. Según su definición, ser de izquierdas es apoyar los presupuestos; no sabe qué significa la inviolabilidad del Jefe de Estado.

Para justificar el acuerdo con Bildu recurre a la Transición: compara el pacto con la legalización del Partido Comunista. ¡También ellos practicaron la lucha armada!, dice, equilibrando la legitimidad de un régimen y otro, por no hablar de las cesiones que hizo el principal partido de la oposición antifranquista para alcanzar un pacto democrático en España mientras que ETA cometió la mayor parte de sus crímenes para atacar esa democracia.

Una jefa que conocía bien al PSOE me dijo hace años: Cuando tienen que explicar algo, sacan a Ramón Jáuregui . Precisamente ayer Nius publicaba una entrevista con Jáuregui: con sensatez e inteligencia, decía que la mayoría de la investidura no basta para gestionar la crisis, criticaba que se alcanzara un pacto con Bildu (que no afirmaba) y entendía el malestar que podía producir. Ahora, cuando el PSOE debe explicar algo saca a Adriana Lastra o a Ábalos: gente dispuesta a venderlo todo porque ignora el valor de las cosas.