La gente flipó con las bermudas de Rodrigo Rato (afortunadamente ya le permiten cualquier cosa, jefe máximo como es del FMI y un liberal donde los haya, más allá de cuestiones varias). En su día, la gente se desternilló con los singulares calzones que adornaban la anatomía de un Duque de Lugo en procura de singulares estéticas, porque todo cabe bajo el sol pero ¿han reparado en las diferentes sinergias que generan las corbatas? De seda, tergal, lana, almorrana de llama, pubis de corza, sobaco de dinosaurio... Resulta más que llamativo comprobar los hermosos cuellos de nuestra clase política, orlados hasta la náusea en el día a día con adminículos que a fin de cuentas remiten al doctor Guillotin y descorbatados si de rozarse con la clase tropa, la plebe, los sindicalistas, los delegados cuatroañeros o similares se trata. La doble moral social tiene en la corbata un referente singular: estoy al lado del poder y la imagen si me la pongo, no importa el sentido del nudo, y de los sufridos ciudadanos cuando calzo suéteres, cuello abierto o bonitas camisetas. La corbata, más que cualquier otra prenda, se ha convertido en icónico símbolo de la doblez. De la mentira. De la desfachatez.

*Profesor de Universidad